Las separaciones siempre resultan perturbadoras y abruptas; aunque percibamos con antelación su suceder, el corazón encogido y agazapado se escuda para no desbordarse y proyectar redes que impidan lo inevitable. Sabemos de la naturaleza caduca de todo cuanto hay en el existir, pero no nos resignamos y zarandeamos mentalmente la vida para conferirle una elasticidad que no le pertenece.
Es verdad. La resignación demora.
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