Arde Francia

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Quien gobierna para los potentados económicos, provoca, se enfrenta y se arriesga a que la masa resucite de su aletargamiento y se revuelva iracunda contra quien los explota y exprime excediendo el umbral de lo tolerable. Podría parecer que la quema de edificios, coches y otros actos violentos han surgido repentinamente en el seno de una masa muerta e inánime, pero lejos de esa arbitrariedad  reposa una contención supina ante los azotes siempre bien orientados a los menos favorecidos.

Me cuestiono muchas veces qué poder subliminar evita la rebelión de muchos más ciudadanos en otros países cuyas condiciones de vida son aún más deplorables e inadmisibles. Por eso, hay un oscuro rincón de mí que se congratula, no de la violencia, pero sí de esas protestas, insistentes y que no se dejan doblegar de individuos que sienten que poco pueden perder ya, porque quienes son reiteradamente maltratados solo pueden vencer.

Hay tanta víctima y tan solo una élite ejecutora, que me resguarda la esperanza de que explosione el sistema y seamos todos los que ardamos en el orco.

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