La Resiliencia

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Desgranando los sucesos del pasado, cuyo sumatorio indica orientativamente en quién nos hemos convertido, alcanzamos una comprensión de la mirada con la que cubrimos el mundo.

Esto explica, pero no legitima, nuestros mazazos posteriores a cuanto nos rodea. Disponemos del derecho de lamentarnos, inculpar, enrabiarnos contra lo acontecido; más si todo ello acaeció a costa de nuestra infancia vulnerable, desprotegida y abandonada.

Pero cabe distinguir lo que contribuye a la comprensión de lo que constituye una justificación. Quien es víctima de zarpazos arbitrarios siente que la fuerza y el poder son el único requisito para otorgarse esa atribución de golpear al más débil. A partir de ahí construye su mapa mental, pero a menudo entre mensajes contradictorios que no siempre lo cosifican y ultrajan, sino que por fortuna son gestos benévolos que intentan reparar lo padecido.

En esta tesitura se activa aquello que yace en nuestro interior y que nos impele a la busca de vínculos benéficos. Cierto que hay quienes no se cruzan con nadie que les permita culminar vínculo alguno; otros más agraciados, sí.

Pero sea como fuere, estas coyunturas contribuirán a la comprensión, nunca a legitimar acciones que reproducen, ahora como verdugo, esos padecimientos.

Esta distinción, entre explicación y justificación, es fundamental para que el sujeto que ha sufrido maltratos comprenda que no por ello está legitimado a actuar despiadadamente. Podemos reconfortarlo explicitando que sus sentimientos e impulsos son comprensibles, pero simultáneamente estimular la compasión hacia los que pueden devenir víctimas como ellos, e incluso reorientar ese dolor a la defensa de los que padecen esa arbitraria violencia y deshumanización, en lugar de pasar a ocupar el rol del maltratador, porque en esa representación nunca hallará consuelo, únicamente retroalimentará su odio, su irá y sus ansias destructivas.

La resiliencia o  esa capacidad de adaptación de un individuo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos, debe ser cultivada apelando a ese niño interior que sintiéndose débil tuvo la fortaleza de resistir; y reconociendo el tremendo esfuerzo de sustentarse que realiza cada segundo de su existencia por distanciarse de las monstruosidades que padeció y que constituyeron su referente primario en la vida.

No obstante, la cuestión de hasta qué punto la resiliencia puede realizarse plenamente en un individuo queda en suspense, si ponderamos  las heridas que han quedado incrustadas en lo más íntimo de la víctima.

Plural: 2 comentarios en “La Resiliencia”

  1. Buenas tardes, Ana,
    Este trabajo tiene tanto tomate que tampoco, como en el de los educadores carismáticos, estoy en condiciones de entrar al toro en estos momentos.Sí diré que veo claro que Vd. tiene una vertiente social que asoma en muchos de sus artículos (¿se llaman «entradas»?». Creo que alguna vez hemos cordialmente disentido en algo. Aquí hay cosas muy buenas, pero yo les añadiría una guinda, si pudiera.
    En cualquier caso, se ve que Vd. es una persona buena, y resulta que antes de que yo supiera qué es Google, ya había leído que Beetthoven (disculpas si lo he escrito mal) afirmó que no conocía virtud superior a la bondad.
    Me cubro porque es posible que si no abandono mi blog personal tendrá ocasión de leer líneas que quizá la incomodarán.
    Espléndida tarde para Vd.

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    1. Gracias por sus palabras, discrepemos o no en alguna cuestión hace de los diálogos -por llamarles de alguna manera ppqpor este medio todo es escaso- un ejercicio de aprendizaje en muchos sentidos. No creo que me incomode su blog…usted también es una buena persona y siempre intento hacer el ejercicio de entender la perspectiva ajena…para quedarme enlamía petrificada,…ánimos y suerte!!!

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