El laberinto de lo ideológico

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Ante tanta calamidad, se ha desatado en mi mente una batalla entre ideas diversas que pujan por imponerse. Pero lo cierto es que yo, que me distancio y la objetivo, no me decanto por dar prioridad a ninguna. ¿Indecisión? ¿Pusilanimidad?

Tal vez, pero habituada a la búsqueda continua no me conformo con estas posibles cualidades de mi persona. Indago qué mecanismo me impide discriminar lo más adecuado, y me doy de bruces con una posibilidad.

¿Y si la contienda mental es precisamente el resultado buscado por quienes nos torpedean con tanta información desnaturalizada? ¿No sería la estrategia más hábil para paralizarnos?

Abordar cualquiera de las cuestiones que me rondan exigiría, por mi parte, una tarea ingente de búsqueda de contenidos para contrastarlos. De lo contrario este escrito no sería más que una verborrea vacua y falaz.

Así, mi incapacidad de optar por desarrollar una idea u otra tiene un nombre que la designa y le otorga luz: impotencia. Es decir, la falta no de voluntad, sino de poder real de desentrañar informaciones confusas, contradictorias que me conducirían, irremediablemente, a un estudio pormenorizado de la situación a analizar.

Muchos se disuelven, sin demasiada conciencia, en esta jaula de grillos de las postverdades. Este término, que ya se ha hecho viral, se refiere a la manipulación de los hechos que son conformados según los intereses de quienes los explican. Como la neutralidad no existe, sabemos que todo relato está presentando lo verdadero como algo objetivo que legitima una ideología. Y aunque esta última palabra parezca denostada no lo está, porque cualquier acontecimiento se narra desde una perspectiva que pretende o reafirmar la validez del sistema o bien oponerse a él. Esto es claramente ideología, porque no solo está constituida al servicio del poder, sino de los opuestos que, seamos realistas, anhelan tomar el relevo de ese poder.

Llegados a este punto mi conflicto mental se genera considerando la tarea de investigación que debo efectuar para no caer en la redes de ideología alguna y que mi actividad haga honor al cometido genuino de la Filosofía.

Seguramente hay días más fructíferos y otros anulados por un escepticismo tendiente al desaliento. Acaso por eso hoy, me limito a manifestar que, siendo fiel a la rigurosidad que exige la honradez, no deseo mutarme en una pieza más que vocea discursos tendenciosos y alejados de lo verídico –con las complejidades cruzadas que le son inherentes-

Simplemente podía haberme callado, esconderme en el silencio de la ineptitud. Mas, he considerado pertinente hacerme eco de esta angustiante sensación de que el acontecer nos desborda, que muchos sienten, y que por ello nos inhabilita para pronunciarnos si lo que buscamos es lo más ajustado posible al intrincado y complejo devenir.

Y siguiendo la recomendación que Borges hacía de callarnos si no podíamos mejorar el silencio, me he visto impelida a hablar convencida de que expresar este laberíntico mundo lingüístico, que arremete contra el acontecer mismo, mejora mínimamente el silencio.

Plural: 10 comentarios en “El laberinto de lo ideológico”

  1. Hola Ana, me sentí identificado con tus sentimientos y decidí que quería comentarte que me he topado con un filósofo cuya lectura me está ayudando mucho a salir de la trampa de las ideologías y sus signos. Es Charles Sanders Peirce. Sus escritos más importantes están en línea. Saludos

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  2. Es cierto que vivimos en una época en la que la información cumple el rol de manipular más que de revelar, y en ese contexto es importante recordar ese laberinto. Pero aún así creo que es por algo que nos sentimos más afines a una determinada ideología que a otra, algunas reflejan mejor nuestros valores.

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    1. Estoy usando ideología con el sentido marxista. Disculpa, si no lo he aclarado… La idea que yace detrás es que solo la filosofía puede cumplir una función de desvelar los intereses ideológicos, por tanto de una clase social con poder para implantarla…. Gracias por leerme y comentar

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    2. B día toda convicción es una cárcel cuando asumimos una postura con mucha fuerza y lealtad no dejamos espacio para el error o para salir de el.Pienso que el error y el acierto conviven en cada concepto .La humanidad ha desatado una lucha en contra del error ,pero está idea en si misma ha sido implantada en nosotros desde que aprendemos las primeras palabras.Has pensado que todavía no existe un humano dotado de autonomía intelectual a lo mucho que se acercan los más brillantes es a ser autodidacta .Tal vez se necesita salir por completo de los parámetros del conocimiento probar un camino diferente.En lo personal no me gusta leer a otros aunque sean famosos o influyentes,pienso que me contaminan y me alejan del camino diferente que he decidido tomar.

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      1. Es muy cierto, todo lo que aprendemos desde nuestra infancia nos condiciona en nuestro comportamiento, hasta construye nuestro sueños y necesidades. Pero si cuestionamos todo lo que aprendimos nos sumergimos en un caos inútil.
        Me pregunté muchas veces qué es lo real o natural para nosotros más allá de lo evidente, pero ninguna respuesta me convence. Quizás sólo somos eso: seres capaces de aprender modelos de pensamiento pero con una capacidad pobre a la hora de aportar nuevas ideas o un aprendizaje evolutivo. El modelo opositor también es un modelo extraído de otras fuentes.

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  3. Todo ese destructivo relativismo se evita conociendo qué es la verdad, qué es la realidad y cómo es nuestra naturaleza humana. Te recomiendo leer los dos tomos del libro <>. Creo que te dará una sólida nave para navegar por las ideologías sin perder el rumbo del conocimiento.

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