“Lo de bautizar a los fenómenos meteorológicos es una práctica reciente en nuestro país y responde a la voluntad de que la comunicación sea más efectiva ante un episodio adverso de viento que puede llevar asociadas tormentas, huracanes, tifones… Lo que hasta diciembre del 2017 era una borrasca de gran impacto, a partir de ese momento pasó a ser lo mismo pero con nombre propio. En el primer ejercicio tuvimos nueve temporales, incluyendo a Bruno, Félix o Irene. El siguiente año se nombraron otros 13, entre ellos, Beatriz, Flora y Gabriel. En la presente temporada (empieza en septiembre) son ya siete, y como la cosa avanza por orden alfabético, lo que ahora nos azota se llama Gloria.”[1]
“La Organización Meteorológica Mundial (La OMM) utiliza un listado de nombres por orden alfabético y alternando de mujer y hombre para designar el nombre de los huracanes cada año; y los servicios meteorológicos de nuestro entorno utilizan el mismo sistema de nominación para las borrascas.
Así, las borrascas de gran impacto ya tienen nombre antes de su génesis. Los Servicios Meteorológicos Nacionales de Portugal (IPMA), Francia (Météo-France), Bélgica (RMI) y España (AEMET) tienen elaborado una terna. El actual se llama Gloria, y el siguiente, Herve.[2]
Tras días padeciendo uno de los temporales más devastadores desde que hay registros, muchos nos preguntábamos a qué se debía la práctica de poner nombres a las borrascas de gran calado. La respuesta –según las fuentes mencionadas- podemos encontrarla en los fragmentos que encabezan este artículo.
Más allá de lo anecdótico –que en ocasiones no lo es, ya que la recurrencia de estas condiciones climatológicas ha desembocado en bautizos funcionales- las zonas que padecen estos azotes naturales y las personas son víctimas de una catástrofe que marca un antes, y un después. Recordaba en este contexto la cantidad de desastres naturales que, por ser lejanos a nuestra comodidad cotidiana, han pasado de un lamento compasivo –cierto que con respuestas solidarias por parte de la población española, cuando así se ha solicitado- al olvido de lo que ya no existe porque no se nombra en los medios de comunicación, redes sociales, etc…Ahora sabemos que quienes lo padecen no pueden manejar su capacidad de olvidar aquello inolvidable: ni por los daños materiales, el cambio del entorno ambiental y, lo más grave, las pérdidas de seres queridos.
Dicho esto, acude a mi memoria sin evitación posible, las prácticas arcaicas de personificar los fenómenos naturales evidenciando la convicción de que la naturaleza tiene voluntad y opera a expensas de fuerzas divinas que nos sacuden y castigan con catástrofes que sirvan de escarmiento a la arrogancia humana. Y, curiosamente, tal vez en un recóndito y opaco espacio mental, yazca el temor de que estas tempestades meteorológicas sean una venganza de la madre naturaleza por el desastre ambiental que los humanos hemos ido provocando en nuestro proceso evolutivo. La prioridad ha sido nuestra especie y el planeta un mero recurso a nuestro servicio para mejorar nuestra forma de vida, aunque fuese a costa de la vida de la Naturaleza que no es nuestro patrimonio exclusivo, ni nuestro monopolio.
Hablar del cambio climático, hoy, empieza a sonar a tópico que, como tal, va perdiendo potencia y gravedad al ser objetivado como algo externo que acontece. No obstante, ni debemos obviar la responsabilidad que podamos tener en este proceso crítico, ni acostumbrarnos con la pasividad que nos provoca la impotencia. Porque, siendo honestos, siguen siendo las grandes corporaciones económicas y su condescendencia con el poder político los principales responsables de este mundo al revés. Podemos seguir reciclando en nuestros hogares y empresas, pero que no nos engañen y afronten las causas de esa crisis climática que se ha producido principalmente por la actividad industrial, el uso de energías contaminantes y los productos derivados de ellos que deben ser consumidos para que su chollo económico se sustente.
Ha habido detractores de la existencia de cambio climático alguno. Desconozco si se han extinguido o es que ya no es políticamente correcto negarlo. En cualquier caso, hay que exigir que con los datos objetivables delos que honestamente se disponga al respecto se tomen medidas urgentes y sin paliativos, porque lo que nos jugamos es la pervivencia de la civilización, de futuras generaciones y muchas especies ajenas a nuestra ambición desnortada.
Quisiera, por último, explicitar –para los susceptibles y quisquillosos- que no estoy haciendo apología del Apocalipsis bíblico. Nada más lejos de mi intención, teniendo en cuenta que el sentido pragmático y realista que proporcionan los años no deja lugar a creencias que no estén justificadas con una cierta consistencia racional –en el tema que nos ocupa, respecto de otros aspectos todos tenemos un alter ego– En consecuencia, mi plañido estéril fluye de la constatación de la soberbia, altivez, petulancia y galleo de los humanos que, habiendo matado a Dios –cual Edipo inmola a su padre ignorando la culpa irreparable que le comportaría- nos hemos erigidos en diosecillos bastardos –en la peor de sus acepciones- que ingenuamente nos consideramos inmunes a todo. Hasta que ese todo nos demuestra lo frágiles, endebles, vidriosos y lábiles que somos.
[1] https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20200119/catalunya-afronta-tres-dias-borrasca-gloria-7812887
[2] https://www.elplural.com/sociedad/quien-pone-nombre-borrascas-huracanes-tifones-tormentas_231537102
Deliciosa tu reflexión sobre la dudosa originalidad de “personificar” los desastres naturales, y necesario tu recordatorio del cambio climático. Es que también para el cambio climático recurrimos a ello, así nos emocionamos con el COP25 2019, a veces me pregunto si para poder olvidarlo después y sumirlo en la inoperancia, cual desastre natural al que bautizamos para poder olvidarlo mejor, como a ese familiar incómodo que es mejor no recordar. Pero ambos, el cambio climático y el familiar siguen existiendo. Como siempre, un placer leerte. Un saludo.
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Me gusta lo denombrarlo como a ese familiar incómodo para olvidarlo después….gracias!!!!
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Gracias de nuevo por leer y comentar…
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y qué decir de los desastres personales…aún son imposibles de predecir…esos terremotos que nos rompen…esos torbellinos de nos deshojan…esas sequías del corazón…Besos al vacío
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Sí, de hecho percibí cómo el desastre interno desestructura el aposentamiento interno que uno creía tener,…besos para ti…que el vacío debe estar ya lleno…
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Reflexivo y certero.
No entiendo aún, como hay personajes que siguen creyendo que los humanos somos el rey de la manada.
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Gracias!!!!!!
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