Los filósofos y la sociedad post-covid-19

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La diversidad de prospecciones que se están realizando por parte de pensadores y filósofos, no deja de ser una práctica de un cierto arte adivinatorio. Cierto que los hay, como en el caso de Slavoj Žižek que se asemeja más a  una carta a los reyes magos que a un análisis realista, y otros como Agamben o Han que parecen regirse por los parámetros que hasta ahora han gobernado el mundo. No obstante, me parece un dato relevante conocer el origen del virus -sobre el cual aún no hay certezas-. Es decir, si este ha sido generado por una serie de circunstancias naturales o si ha sido gestado en un laboratorio. Este dilema no está definitivamente resuelto y dudo que se disipe en un tiempo razonable y que incluso muchos de nosotros lleguemos a saberlo.

Es precisamente, esta incertidumbre sobre la naturaleza del covid-19 la que me parece relevante para poder aventurarse en qué manera esta pandemia cambiará las formas sociales de vida, de relación. No es, por supuesto lo mismo que la madre Naturaleza nos esté dando una lección de humildad, que la tecnología se haya usado con fines bélicos discretos y sutiles de exterminio de una población. Y esto último puede parecer exagerado, pero entiendo que a estas alturas nadie se sorprenderá por lo que algunos son capaces de hacer con tal de apoderarse de la hegemonía política y económica mundial. Esta segunda hipótesis reforzaría aquellas prospecciones que apuntan a una fortificación del neocapitalismo salvaje, más realistas que fantasear con un nuevo comunismo.

Entiendo, además, que seguramente las sociedades que resurjan tras esta pandemia estarán también condicionadas por las formas de relación social previas. No concibo que sea comparable la cultura de relación social en los países del norte de Europa con los del sur, en los cuales la gente sale propulsada de sus viviendas con la necesidad oxigenante de recuperar su vida en las calles y con los otros. Base, por otra parte, del ocio mediterráneo.

Así es que, sin tener información sobre si ha habido una voluntad en la generación del virus y con qué fines, y sin tener en cuenta las peculiaridades de la diversidad de formas de vida, es difícil hacer prospecciones sobre qué tipo de sociedades post-covid-19 nos encontraremos, una vez evidentemente se pueda considerar que hemos entrado en esta fase, que aún está por determinarse si podremos considerarla una enfermedad controlada hasta que no haya una vacuna altamente eficaz.

Algo que me parece poco probable es que el sistema capitalista se vea sustancialmente afectado. Principalmente porque, al margen de las necesidades y deficiencias sociales y sanitarias detectadas, los que siguen imponiendo la dinámica de una mano invisible absolutamente al servicio de amos, a su vez algo más visibles o sospechosamente identificables, son los mismos, y ya han demostrado con total suficiencia la habilidad para revertir cualquier situación en beneficio propio. Un ejemplo, sería la carrera que se ha desatado por parte de las farmacéuticas de hacerse con la patente de la ansiada vacuna. Las prisas y urgencias que no responden a la protección de la salud pública, sino al dinero que hay en juego. Las presiones a los investigadores que, en contra de su criterio se verán amenazados para validar una vacuna que no esté suficientemente contrastada. Esto último es al menos un riesgo a tener en cuenta. Por eso, seguramente la vacuna más recomendable será tal vez, la que aparezca en cuarto lugar, por haberse concedido el tiempo de experimentación y contrastación que necesita una vacuna antes de dispensarse universalmente.

Constatamos como, al menos durante la pandemia, la carrera del mercado capitalista no ha variado un ápice. Además de lo mencionado en relación a la vacuna, pensemos en el mercado lucrativo que se ha generado de mascarillas, guantes, EPIS, respiradores para UCI, test…y muchos más enseres que seguramente se me escapan.

Por lo tanto, o hay un giro copernicano que demuestra que contra lo que luchamos es una especie de arma biológica y, entonces no puedo prever cómo reaccionará el mundo, o los indicios que poseemos hasta ahora no indican que vayan a cambiar cosas en relación con el sistema económico. Las formas de teletrabajo tienen peor acogida en los países mediterráneos que en otros de clima más frío -no solo en un sentido climatológico- Aunque, había sido una reivindicación para la conciliación entre la vida familiar y laboral, lo cierto es que los trabajadores que lo han experimentado no se hayan especialmente satisfechos con la posibilidad de que su horario laboral sea exclusivamente telemático. Tal vez, son mejor acogidas fórmulas mixtas, siempre y cuando eso no implique que el trabajo se cuela por la ventana de las casas y pasa a formar parte de la vida familiar o personal las veinticuatro horas del día.

Así, como declara Daniel Innerarity :

“Yo soy filósofo, pero no vidente. Puestos a ser optimistas, diría que el género humano ha aprendido de las crisis, pero con una lentitud exasperante y no a la velocidad que las circunstancias requerían, ni sin dejarse por el camino vidas truncadas. Por consiguiente, sí que aprenderemos, la gran pregunta es a qué ritmo, a qué intensidad, con qué capacidad de modificación.
 Cuando la gente recurre a los filósofos para pedirnos una opinión no me pongo especialmente contento porque significa que las cosas están muy mal. Lo normal es que haya gente técnica que sepa qué tiempo va a hacer mañana, cómo se arregla un coche o cómo se hace un injerto en una planta. Sólo cuando la gente está muy desesperada y hay una gran desorientación a los filósofos nos llega mucho trabajo. Por lo tanto, me satisface porque es muy oficio, pero pienso en el reverso de eso y es que hay mucha gente sufriendo detrás, aunque sea la desorientación. Y la otra reflexión que me hago es que para los problemas que permiten una solución en términos de blanco y negro, hay mucha gente competente que lo hace muy bien. Cuando los problemas se convierten en intratables y especialmente complejos, y se recurre a la filosofía, se está recurriendo a un tipo de personas que en el fondo somos unos incompetentes.”
Alberto Moyano. Diario Vasco (enlace), 22/03/2020

O sea, solo la desorientación absoluta hace que la sociedad exija a los filósofos ejercer de gurús, oficio que no les compete, y aún hay más, la Filosofía nunca cierra una cuestión, sino que vuelve continuamente a ella para repensarla más rigorosamente. Lo que hoy podemos decir sobre la sociedad post covid-19, puede resultar irrisorio y obsoleto en una semana por informaciones o acontecimientos que produzcan un giro significativo en el acontecer. Tal vez lo mejor que pueden hacer los filósofos es atisbar los riesgos, para estar prevenidos, porque la actividad racional nos permite analizar lo que ya hay, ahondar y extraer conclusiones; pero aventurar lo que no hay, ni se halla implícito en forma alguna en lo que hay -y así se comportan los fenómenos- es crear falsas expectativas, y eso lo hacen mejor los políticos.

Situemos las competencias de la Filosofía en su adecuado quehacer y no la convirtamos en esa ideología al servicio de los que mueven los hilos. Así pues, la indagación de lo que implica lo que acontece es un sano ejercicio, para prever lo que puede derivarse, pero los filósofos de hoy ya no disponen de las Pitonisas griegas que desvelaban los oráculos divinos y, por ende, lo que iba a acontecer.

Plural: 7 comentarios en “Los filósofos y la sociedad post-covid-19”

  1. De mí parte no creo que cambie nada, no creo en «la nueva normalidad». Cambiará la vida de las familias del medio millón de personas que perdieron afectos, de los millones de personas que perdieron su empleo, sus pequeñas empresas, pero los dueños del circo salen siempre indemnes. Después de la 1ra Guerra, vino la 2da, luego la Guerra Fría, luego las guerras petroleras, luego las comerciales, y así seguirá siendo luego del covid.19, sea que haya sido de origen natural o que China inicio la 3ra Guerra Mundial sin tirar un solo tiro. En fin, las ovejas pastoras del capitalismo, o las ovejas de corral del comunismo en todas sus expresiones, algunas denominadas «el poder de los pueblos», seguiremos siendo ovejas. Los dueños de la granja, peleando por su poder de mercado y su rentabilidad.
    Dijo uno por estas tierras, seguramente al leer algo parecido a lo mío «filosofía barata y zapatos de goma»…jaja.

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  2. No me siento para nada ilustrado como para predecir cómo será la nueva normalidad (discutible lo de nueva, discutible también lo de normalidad). Estoy de acuerdo en que solo llegaremos a saber el origen del virus cuando los muertos no importen (creo que es lo recurrente en geopolítica). Por otro lado, y en relación a nuestros hábitos, la tendencia cuando ocurren «accidentes» (si suponemos que el/la COVID-19) lo es, es que las sociedades cambien o refuercen mecanismos o sistemas. En los sistemas técnicos esto es muy claro: ocurrió cuando la catástrofe del insumergible Titanic (y el advenimiento de los compartimentos totalmente estancos en los buques) y en otros tantos ejemplos (desastres ferroviarios todavía candentes, entre ellos). Pero la percepción del riesgo se suele relajar asintóticamente a medida que pasa el tiempo respecto del evento (accidente). La sociedad, por otro lado, es un sistema muy complejo; con muchos intereses. Lo que hemos visto a resultas de la crisis del 2008 es una continua erosión de la clase media; tiene pinta de que lo que está por venir no será diferente. Hace unos días pensaba que, con suerte, saldríamos de la emergencia sanitaria para ocuparnos de recuperar la actividad económica del país. Pero hay no pocos nubarrones en el horizonte y, por lo demás, creo que saldremos del confinamiento con más incertidumbres de las que teníamos al entrar. Parece que la elección es susto o muerte. Gracias por tu texto –lúcido, como siempre–. Un abrazo.

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