Si la Filosofía se ocupa de cuanto se refiere o relaciona con lo humano, al menos en estos tiempos que corren, la reflexión sobre la pobreza es una exigencia ineludible. Hay argumentos para urgir a los filósofos a ocuparse de esta lacra, la más persistente y devastadora de la humanidad.
En primer lugar, cabe clarificar que ser pobre no es algo sustantivo, sino adjetival, y que responde a unas complejas circunstancias que atañen a la estructura económica y política determinada. Así, ahora que está de moda afinar con los términos, deberíamos negar que alguien sea pobre, sino que está hundido en la pobreza. Este cambio terminológico y semántico es relevante porque muestra que la condición de pobre es y debe ser reversible, ya que los derechos de cualquier humano le confieren esa oportunidad y las condiciones para que eso sea posible. Abandonemos, en conclusión, esa suposición liberal de que el pobre es el que no se ha esforzado y que su situación es única y exclusivamente responsabilidad suya.
En segundo lugar, si abordamos la pobreza como la consecuencia del sistema económico dominante, podemos urgir a los políticos, y responsables de la economía mundial a que asuman la responsabilidad directa que tienen en esta situación que afecta al ochenta por ciento, más o menos, de la población mundial[1].
No obstante, cabe matizar que las condiciones de pobreza de los diferentes lugares del mundo varían. En España, por ejemplo, un individuo que tiene un suelto neto de 900 euros y debe asumir 600 euros de alquiler -haciendo una aproximación a la baja- y los consumos de suministros, no está contemplado, seguramente, como individuo en situación de pobreza. Sin embargo, tras asumir todos los gastos fijos relativos a la vivienda pueden quedarle menos de 200 euros para todos los otros gastos -entre los cuales está la alimentación- Cualquiera, que conozca la realidad del país, sabe que lo expuesto es una hazaña ímproba, y que con bastante probabilidad muchos -y son muchos- de estos desprotegidos ciudadanos recurren a la economía sumergida para sobrevivir. Esto constituye un agravio intolerable porque se invisibiliza sin ningún pudor la pobreza de una parte significativa de la población.
En tercer y último lugar -aunque podrían escribirse páginas y páginas- si la Filosofía se ocupa de lo humano, no puede restar ajena a un problema que radica en establecer las condiciones que hacen la existencia posible. Para que el humano aborde filosóficamente otras cuestiones cruciales primero tiene que subsistir, y no solo eso, sino tener una vida digna en recursos materiales. Las sociedades en las que vivimos nos obligan a repensar cuáles son estas condiciones y a insistir hasta la saciedad en la naturaleza adjetival de la pobreza.
Si el neg-ocio está cubierto, el humano puede dedicarse al ocio -esto en un sentido de tiempo que no dedica a conseguir los bienes materiales necesarios para vivir-.
Los que os sintáis interpelados por la cuestión y os sea posible estáis invitados a participar en el ICONGRESO DEL CLUB MUNDIAL DE FILOSOFÍA sobre la ERRADICACIÓN DE LA POBREZA. Os adjunto el cartel con el formulario de inscripción y espero mañana poder facilitaros el programa definitivo.
[1] https://www.eleconomista.es/economia/noticias/11087781/03/21/El-85-de-la-poblacion-mundial-vive-con-menos-de-30-dolares-al-dia.html
la pobreza es relativa al lugar que se habita…lo sabemos quienes hemos recorrido los linderos de la sierra de Guerrero, La Montaña y demás sitios donde Jebuz perdió su chancla…¿será por eso que el narcotráfico se presenta como una opción viable a la pobreza en dichos lugares? ¿Algún egresado de harvard interesado en responder? besos al vacío desde el vacío
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Lucho por subsistir, luego ¿soy pobre? Porque me han inoculado que soy clase media, ¿Cómo reconocer lo precario de mi situación, auto-estigmatizandome como «pobre»? Y si soy clase media, ¿a qué más puedo aspirar?
Muy acertada la diferenciación entre adjetivo y sustantivo en esta temática, un cordial saludo
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