Padezco una pulsión onírica recurrente, en la que estás presente, pero me ignoras; espero tu llamada sin cumplir nunca ese deseo; te veo, pero ni me miras. Y se desatan en mí los temores más primarios, esos que son síntoma, entre otros, de la herida básica.
La cicatriz se reabre y supura desprecio, ninguneo, volviendo a mi estado inicial: alguien que no es, porque sin aprecio no se ha constituido como tal; alguien que se sostiene fluctuando a merced de los estímulos externos que magnifica para creer que alguien la ve, que no es invisible.
Y esos guiños ajenos tendenciosos son siempre la estrategia para dominarme, someterme y utilizarme. Mi utilidad para el otro me constituye aparentemente como ente, y me estructuro con el propósito de servir, ayudar y vivir las vidas que no me corresponden. Porque lo contrario es el vacío absoluto. Soy en la medida en que sirvo. Mi mente ha interiorizado una identidad que no es más que utilidad.
Soy un buen producto del mercado, intercambiable, alienable y cosificado. De ahí que mi búsqueda de reconocimiento se fundamente en mostrar lo útil que puedo ser para uno o para otro. ¿Qué más puedo ofrecer?
Muy interesante…
Gracias por compartir, Ana.
Una abrazo.
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!Que fuerte! Esos filósofos recargan sus neuronas al descansar….Mi otro Yo que carece de filtro, sorry, saludos desde aca…besos al vacío desde el vacío
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Derrochando lirismo. Tus reflexiones me me han hecho pensar en la dialéctica del siervo y del señor
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Sí, eso tiene el lirismo que a cada uno le sugiere ideas diversas. Gracias por leerme….
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