Las despedidas son siempre interrogantes que merodean por el miedo oculto de que esta sea definitiva, por abandono o por imperativo externo. Los modos formales de afrontarlas son diversos según las capacidades de manejo impostado de los sujetos, pero hay un lugar común y universal que es el temor a que no se produzca el
Mientras haya desamparo en el hondo oscuro de la mirada; nadie, ningún ser nunca se habrá liberado de la angustia por el sentido del vivir. Porque, aun suponiendo, que fuéramos sicarios de todo intento metafísico, al reiniciar ese tránsito “post”, en el que ahora nos hallamos, convulsionaríamos reverberando supuestos post-metafísicos, hartamente axiomáticos. Quien no sabe:
Aquel que transita por la noche con la voluntad de zafarse del día después, ansía una soledad anónima, llena de otras huidizas voluntades, con quien poder callar, sin más, o dialogar, sin menos. No es grata la marcha por un día lleno de otros, ávidos de interacción contingente y vana, que no entienden el silencio
Desde las lágrimas ácidas vertidas ante la fragilidad del yo, tal vez intuyamos que esa naturaleza cristalina se emparenta con la carencia, la falta de algo que cubre una necesidad. Así, la penuria en la que sucumbe el yo, como si de arenas movedizas se tratara, es la inconsistencia de su estructura cuyo fortalecimiento, por
Desearía realizar un inciso, con un breve escrito, que establece una similitud clarificadora del concepto de reconocimiento que se intenta mostrar. Viktor Shklovski, precursor del formalismo ruso, realizó una revisión del concepto de la percepción que sentó las bases de una nueva concepción de la literatura y las artes plásticas: “Si examinamos las leyes generales
La duda sobre la veracidad de la interpretación-ideas o relatos- que elaboramos sobre el acontecer se aplica indiscriminadamente. Si no fuera así, el método escéptico de depuración sería inútil porque al no filtrar con el mismo tamiz todo pensamiento, el grado de certeza sería inconmensurable, y no toda idea estaría sustentada con el mismo rigor.
Si al escribir, el poeta, el filósofo, el literato,… zanjaran toda distinción entre su yo escribiente y su yo biográfico, o tal vez diríamos existencial, nada, de los vertido desde esa mente única, sería de interés. Hay quien confunde y reduce el primer nivel al segundo, fusionando lo escrito con el escritor. Por otro lado
Si casi se deja de existir, para los otros, entre indiferencias silenciosas, se es, por supuesto, pero no apáticamente, el mismo. Se sostiene la identidad que distingue de lo no-yo, eso tan propio que los otros han ignorado como alteridad que exige ser mirada; ahora se padece melancolía y decaimiento, sin entender esa dinámica arbitraria
En el sótano se alojan esas ausencias cuya auténtica veracidad desconocemos, pero que necesitamos retirar mientras la niebla se desvanece. Vuelven a palpar con ahínco, ese no-ser reiterado y constante que forma ya una continuidad de individuos, el hondo surco cavado por el sentimiento de impotencia e incapacidad para conservar internamente presencia alguna. Así, nunca
La ignorancia existencial, jadeada en una fiesta friki, no es más que la irónica sumisión a la insignificancia. Un modo de expresar un poderío falaz sobre la esclavitud que deviene del no saber, del no entender, del no poder, aunque se quiera, dar sentido a este festejo de zombis. Esos muertos vivientes que vagan sin