Las precipitaciones de acontecimientos tienen un efecto angustioso sobre el sujeto, que se siente despejando situaciones superpuestas. No cabe la serenidad cuando la reacción se exige inmediata ante hechos amenazantes. En esas situaciones añoramos la capacidad instintiva de la respuesta adecuada, porque la reflexión se colapsa bajo presión y nuestra capacidad resolutiva se va sintiendo mermada.
A lo descrito hoy le llamamos estrés. Es el estado normalizado de muchos sujetos en las sociedades avanzadas. Supongo que esta expresión significa que son la “avanzadilla” hacia la desaparición.
