La psique reverberaba, como un estruendoso zarpazo, en una dicotomía insoslayable que se perpetuaba en una disociación irreconciliable entre un par de yoes. La identidad de la mente se disolvía y restaba fulminada al sustanciarse en dos, sacudida por una contraposición entre el yo y el otro yo –tal vez deberíamos nominarlos yo y, por
Categoría: Relatos y otros
Rastreo, desalado y ávido, entre los recuerdos olvidados algún gesto afectuoso o similar, que pueda revelarme el lugar que ocupaba en tu interior. Tan solo poseo la apariencia de una esfinge que me remite a ti, fría y rígida, casi marmórea diría. Erigida en la autoridad divina que exigía alabanza y loa, rostros fascinados ante
Los “cumpleaños, como todo, son efemérides que pueden ser percibidas desde amplias perspectivas. Personalmente, no me afecta acumular años, que ya es la fase en la que me hallo, porque tal vez tenga asumido el destino de todo humano, que no es otro que la muerte. Si los afrontamos como una celebración del día que
Dormitaba sibilante como aspirando todo el oxígeno que había a su disposición. La apnea le asestaba azotes que provocaban un sueño superficial y un despertar súbito. A veces, al emerger de ese estado onírico, le burbujeaban imágenes insistentemente, que él identificaba como causas de ese malestar que le hostigaba siempre al despertar. Algunas eran cuerpos
La bestia horada las entrañas, una implosión que esparce las vísceras por doquier ha tenido lugar; al fin, era su destino. La presión soportada, a base de constituirse en el individuo impostado que todos esperaban, ha fracturado su morada interna irremediablemente. Y es que fingir que se vive, existiendo como otro que no se es,
Una habitación, un simulacro de cocina-comedor y un aseo. El silencio deambulando sigiloso, para no desdecirse. Una atmósfera densa y cargada por falta de ventilación, con multitud de ínfimas partículas invisibles hacinadas. Unas cortinas añosas y mugrientas cuya presencia se hace cargante opacando todo haz de luz. Una techumbre ocre, alzada con racanería, y unas
En una entrevista, conversación distendida, que mantuve hace unos días con Byron Mural en su programa ENTRE LETRAS, LIBROS Y OTROS MUNDOS, me invitó a dar un consejo a aquellos escritores que publicaban por primera vez y esperaban que su obra fuera un super ventas -eludo intencionadamente los anglicismos[1] porque me generan una tiricia aguda-.
Las persianas estaban desplegadas oscureciendo el espacio y contrariando cualquier acceso a la más mínima brizna de luz que pudiera filtrarse. Si no pasa la luz, no pasa el aire —se decía a sí mismo— Se había afanado con pujanza para lograr su objetivo: resguardarse fortificado del exterior, que amenazante procuraba sutilmente incrustarse en cualquier
Bajo la techumbre que lo albergaba y reposando el cuerpo en una tumbona veía pasar lunas y soles; impávido e indolente se asemejaba más a una talla que a un organismo vivo. Su actitud no era arbitraria, sino una estrategia de protección contra ese exterior turbio e imprevisible que tanto le había lacerado. Por eso,
De esta manera, llegado el día X a la hora Y, se emitió un mensaje de ejecución del plan que llegó simultáneamente a todos los puntos rigurosamente determinados. Así, en la sede de la presidencia se alzó Epicuro en lo alto de una mesa y con una pasión que no le era propia empezó a