El azar es una marejada de sucesos que surcan nuestra existencia dejándola aparentemente descompuesta. Decía J. Monod, admitiendo que su conclusión fuese tal vez una utopía, que el hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del Universo de donde ha emergido el azar. Igual que su destino, su deber no está
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Se dice de la superstición que es una creencia ajena a la fe religiosa y extraña –RAE- pero, mareando la cuestión, se me antoja que esa cualidad de rareza proviene de la falta de explicación racional que la sustente. Y, prosiguiendo, me sorprendo rebuscando qué tipo de fundamento derivado de la razón tienen las religiones.
La agresividad es una condición innata con vistas a la supervivencia –cuestión que por obvia no analizaré- Pero, también es cierto que, su intensidad se ve aumentada o disminuida por lo que denominamos la experiencia; a saber el conjunto de sucesos revestidos emocionalmente que conservamos como recorrido vital en nuestra memoria. Naturalmente, la cultura ejerce
Avezados en los entresijos de la existencia, no permanecemos por ello exentos de conmovernos ante la amplitud de lo posible que deviene acontecer. Y en ese perpetuo e imprevisible estar, podría acometernos una situación insólita, semejante a la que producimos oníricamente y que se no antoja inverosímil. Como, y a modo de ilustración, descubrirnos en
Ayer, experimenté un efecto diabólico que, quizás porque rebusco donde nada hay, me dejó algo perpleja. Publiqué en este blog una entrada sobre las “Pérdidas” que tan solo tuvo unas horas de vida, porque la estupidez informática provocó su pérdida, con lo cual supongo que algunos os topasteis con el mensajillo de “no se ha
Anduvimos cegados por la intensa luz de la evidencia, no aprehendiéndola como tal, y proseguimos, paso a paso, desviándonos por senderos erróneos sin conciencia de ello. Pero, como cabe esperar toda vía extraviada y virada desemboca en un barrizal del que es harto difícil reflotar. Así nos curte la experiencia, no por lo que profieren
La arrogancia racial de “los blancos” ha llegado a extremos inusitados a lo largo de la historia. Entiendo que sobra recordar acontecimientos que difícilmente podremos borrar de la memoria, algunos de los cuales siguen vigentes. Pero, también es de justicia destacar que estos abusos raciales se dan en otros espacios y por otras razas en
Recuerda Oriol Alonso, en su análisis de la obra de Rafael Argullol[1], que para este “La experiencia se nos escapa por completo, en definitiva. Todos los matices que dibujan nuestra vivencia rompen en todo instante los grilletes que intenta imponer nuestra voluntad. Sin embargo, necesitamos controlar todo lo que se ha vivido y se vive
El principio griego “de la nada, nada surge” podría extrapolarse a la dinámica de la mente humana. Desde que nos traen al mundo se inicia un proceso de incorporación de experiencias, progresivamente más complejo, que forja nuestra subjetividad y, por ende, la manera en que interaccionamos con lo Otro. Lo no recibido, lo no vivenciado
La experiencia indica que la distancia entre dos puntos nunca es una línea recta, sino un serpenteo agitado hasta culminar el punto final que, una vez hallado, nos induce a preferir asuntos matemáticos más realistas.