Padezco una pulsión onírica recurrente, en la que estás presente, pero me ignoras; espero tu llamada sin cumplir nunca ese deseo; te veo, pero ni me miras. Y se desatan en mí los temores más primarios, esos que son síntoma, entre otros, de la herida básica. La cicatriz se reabre y supura desprecio, ninguneo, volviendo
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Estaba sentado en el alfeizar de la ventana, huidizo, ausente quizás de sí mismo. No pululaban recuerdos dañinos, ni imagen alguna por su mente; era como si se hallase en un estado catatónico del cual carecería posteriormente de conciencia. Su cuerpo presentaba cierta rigidez, como si fuese un ciborg desconectado y carente de movilidad. ¿Por
Hace días en un acto, al que ya he hecho referencia en el blog, al que acudí a escuchar a Joan Carles Mèlich, éste afirmó, con convicción como de soslayo, que “el vacío y la nada no son lo mismo”. La cuestión, desde entonces, va pululando y acudiendo con insistencia a mi mente. De entrada,
“(…) Pero incluso los pensamientos, por muy etéreos que parezcan, requieren un punto de apoyo, pues de lo contrario giran y giran en torno a sí mismos, en un torbellino sin sentido; tampoco ellos soportan la nada (…)” Stefan Zweig, Novela de ajedrez, Ed. Acantilado, Barcelona 2001 Fue Parménides quien constató de forma explícita que
Cada día constituye una jornada especial para alguien, por evocar momentos inmejorables o bien por su contrario. En este sentido, no hay indiferencia ni días anónimos carentes de un fuerte contenido emocionalmente humano. Lo que sí hay es ignorancia, desconocimiento de qué días son memorables para los otros, los que conocemos y aquellos otros individuos
La escasez, siendo siempre carencia de un algo necesario, es fuente de dolor. Esta falta puede ser material o de lo que nutre nuestra psique para su estabilidad. Cierto es que no puede ser establecido un principio general sobre qué tipo de carencia es más demoledora, ya que la escasez presenta grados o intensidades y
Revisión de un artículo publicado originariamente en LETRAS&POESÍA en 2019 A menudo reconocemos que la existencia parece estar “llena” si el sujeto tiene esperanza. Ésta acostumbramos a referirla de forma etérea, posibilitando que pueda contener diversos sentidos acaso por la dificultad de concretar: ¿qué espera el que espera? Esa tonalidad verdosa que asociamos a la esperanza puede
Una embestida a traición, mientras mis dedos resiguen las líneas de tinta vertidas por un espíritu ávido de rastrear lo grisáceo. Azarada y temerosa por la imposibilidad inmediata de identificar la razón de semejante acometida, me desprendo del tesoro escrito precipitándolo a su fortuna o su infortunio. Erecta y con el radar de la vista
Desnutrirnos de desafecto, ignorancia e indiferencia es semejante a horadar una concavidad destinada a ser una siniestra oquedad sin culminación posible. Un algo gestado para la vacuidad, cuyo horizonte es ser absorbido sin condescendencia, por súplicas o ruegos, hasta devenir aquello que, de entrada, condicionó y posibilitó su leve estar. El tremebundo acto de asumirnos
Dicen –estoy segura de que parte de lo que voy a formular emerge de la amalgama de lecturas diversas- que si solo hay mismidad, si no hay diferencia, si hay un TODO, las cosas se disuelven al fusionarse unas con otras y no poder diferenciar nada; por ello, allí donde hay un Todo en última