Si la voluntad rebosara del deseo de cooperar con los otros y la conciencia de la convicción de nuestra interdependencia, podríamos tejer redes sociales que contribuyeran al vivir bien de todos. Constituiríamos una comunidad cuya alianza poseería una fortaleza firme. Sin embargo, nuestra voluntad no solo se desborda de ese instinto de unión, sino con
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Nos empecinamos en hacer lo que no podemos, como si la fuerza de nuestra voluntad pudiera transmutar lo que se halla fuera de nuestro alcance, nuestros límites. No hablamos de lo imposible como acontecer, sino de nuestra incapacidad de causarlo. Agotamos todas nuestras energías en gestar lo que no nos es posible y, paradójicamente, nos
Los anhelos satisfechos son el inicio de nuevas insatisfacciones a cubrir. Esto ha sido constatado por una larga tradición de la filosofía occidental. Tal vez, ante esto caben dos alternativas: querer lo que se tiene o, por el contrario tener lo que se quiere. Considerando la segunda actitud como una quimera inalcanzable sea, seguramente lo
“Afortunado aquel que conserva un deseo y una aspiración porque podrá seguir pasando del deseo a la realización y de ahí a otro deseo, y cuando ese tránsito es rápido aporta felicidad, desgracia cuando es lento. Por lo menos no se sumirá en un estancamiento espantoso, paralizante, un deseo sordo sin objeto determinado, un abatimiento
El deseo se adormece apático de ser frustrado o, por el contrario, se enerva al ser estimulado si se satisfacen una tras otra sus aspiraciones.
La manifestación reiterada de un deseo o querencia, que pueden tornarse en quejas o reproches, provocan en el otro una reacción airada y defensiva que denotan la firmeza de una voluntad exenta de cambio alguno. Será, tal vez, una ausencia de coincidencias, no identificadas pero sustanciales.
La tentación de disponer de cuanto deseamos nos desdobla inexorablemente en lo que aparentamos y lo que ocultamos.
Quien carece de deseo, adolece a su vez de la fuerza del vivir. ¿Implica esto que nos movemos solo según deseos? No, pero que sin ellos no hay posibilidad de discernir el querer que fundamenta el vivir.
La voluntad obsesiva puede focalizarse en fines perniciosos para el sujeto. Así, tal vez sea más destructiva una voluntad ciega que los deseos que siempre declinan su intensidad.
Abstenerse de catar una tentación aleja el riesgo de caer desplomados, pero alimenta es deseo de devorarla salvajemente.