Qué desidia y tristeza honda resuena, sin pretenderlo, en el interior de una mente ya cansada. Extenuada de reflotar siempre para no habitar lo abisal, a lo largo de un tiempo que se antoja eterno, aunque el consuelo y el pavor simultáneos son que lo temporal es, para lo humano, siempre principio y fin. Como
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El concepto de tiempo, ese constructo sin el que los humanos no podemos pensarnos ni pensar, puede utilizarse en el ámbito de la ciencia Física y, en ese sentido, ordinariamente como el transcurrir de un momento a otro, mediante lo cual se constituye el pasado, el presente y el futuro; o bien como un concepto
“La esperanza es lo último que se pierde” es una frase hecha[1], que se dice popularmente, cuyo contenido es paradójico. La utilizamos cuando no nos queda nada, y aún así queremos algo que nos consuele. Cumple, en este sentido, una función que elude la asunción de lo que hay, deseando algo que siempre esperamos porque
Estoy leyendo “La fragilidad del mundo” de Joan Carles Mèlich, al cual tuve el placer de escuchar el pasado viernes en El Casino de L’Hospitalet, pensando en alto, usando ese lenguaje que nos constituye de una forma humilde y cercana, emocionado al desbordarse por las palabras y sin ningún atisbo de grandeza por haber recibo,
Hay edades que se hallan inmersas en la incertidumbre de un final precipitado. Siendo realistas, nuestra contingencia nos puede azotar con la guadaña en el instante menos esperado, aunque las estadísticas parecen corroborar – ¡bendita ciencia del número que todo lo clarifica! – que hay tiempos más proclives para las despedidas. Esos tiempos poseen un
Cuatro sillas arrimadas a una mesa. Una vacía repleta de presencia. Un estar sutilmente reclamando su lugar arrebatado, tras años de sufrir. Un desenlace precipitado, pero no inesperado. Aunque, a decir verdad, ¿quién está preparado para ese instante en el que el hálito del alma deja de palpitar? Y súbitamente la vida es ya muerte,
La vida es una danza sin un ritmo prestablecido, a menudo con la muerte. Quien baila con la parca se desliza peligrosamente hacia los límites de lo vivo, pero, al mirarla de frente y sostenerse erguido, el baile se convierte en un pulso constante cuyo desenlace, tarde o temprano, culmina con la disolución del osado
Acabo de enterarme del fallecimiento de, a mi juicio, el mejor novelista de los últimos tiempos en lengua castellana. El corazón, nada blanco ya, me ha dado un vuelco. Enseguida ha acudido a mi mente que se marcha sin su deseado premio Nobel; una némesis que, según él entendía, ya sufrió su padre, el filósofo
El dolor es consustancial a la vida, lo cual no es óbice para que deseemos otra vida. Al contrario, precisamente porque hemos adquirido esa trágica conciencia de la relación necesaria entre vida y dolor, estamos legitimados a querer una existencia bien diferente. Sobre todo, desde el momento en el que no podemos afirmar lo mismo
OS INVITAMOS AL PRÓXIMO ESPECIAL DEL CLUB MUNDIAL DE FILOSOFÍA, EL PRÓXIMO 5 DE ABRIL A LAS 21H DE EUROPA CENTRAL. COMO INVITADA MÓNICA JÍMÉNEZ, PSICOANALISTA; JUAN PABLO VIOLA, DR. EN FILOSOFÍA Y OSWALDO LOERA, TANATÓLOGO Y TERAPEUTA EXISTENCILISTA. UNA REFLEXIÓN INTERESANTE QUE NOS INTERPELARÁ A TODOS