Ayer hubo muchos niños que tuvieron el privilegio de confirmar que la magia existe. Que todos los regalos que recibieron era imposible que sus padres se los hubieran podido comprar nunca, y menos así, de sopetón. Que es los reyes magos no solo pasaron secretamente por sus casas, sino por la de sus abuelos, tíos,
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¿Quién no ha deseado alguna vez dormirse y restar, entrelazando miembros como hiedras, haciendo el amor con Morfeo? Lo onírico es ese ámbito en el cual, si nos aliamos con los dioses benévolos, podemos sentir que vivimos otra vida, esa anhelada, esa que se nos ha negado. ¿Aferrarnos al sueño es una huida, un gesto
Podría ser calificado de pesimismo temerario, afirmar que existimos al límite del abismo. Sin embargo, puede entenderse que esta expresión es un reflejo de lo que, de facto, sucede en lo cotidiano. Dicho de otra forma, oscilamos entre una aparente “normalidad”, y de suyo cierto equilibrio, a estar ubicados en las antípodas: la desesperación en
Volábamos en una nube blanca, densa y opaca. La alfombra idónea para no temer que se desintegrara inesperadamente, y fuese deshilándose para transparentar el cielo azul. Oteábamos la ciudad majestuosa; Lo fastuoso es siempre lo primero que se ve, elevándose y minimizando cualquier otra forma de estar y ser. Atónitos, creíamos que aquella era la
Dormitaba sibilante como aspirando todo el oxígeno que había a su disposición. La apnea le asestaba azotes que provocaban un sueño superficial y un despertar súbito. A veces, al emerger de ese estado onírico, le burbujeaban imágenes insistentemente, que él identificaba como causas de ese malestar que le hostigaba siempre al despertar. Algunas eran cuerpos
Las persianas estaban desplegadas oscureciendo el espacio y contrariando cualquier acceso a la más mínima brizna de luz que pudiera filtrarse. Si no pasa la luz, no pasa el aire —se decía a sí mismo— Se había afanado con pujanza para lograr su objetivo: resguardarse fortificado del exterior, que amenazante procuraba sutilmente incrustarse en cualquier
Los propósitos iniciales deben estar supeditados, a veces, al flujo de emociones desbordantes que no nos dejan opción: exigen su manifestación, y esta forma de explosionar puede darse lingüísticamente. Así que, prescindiendo de lo previsto, necesito recordar algo que ni tan solo he visto, ni observado directamente; solo un breve video de móvil que me
No hubo indicio, ni señal que le indujeran a pensar cómo iban a desencadenarse los acontecimientos. Se había desperezado, como cada mañana, con un ritmo pausado y saboreado que la balanceaba en la esperanza de quien anhela algo mejor. Ese hábito la saneaba mentalmente, desembarazándola casi de los sinsabores de la jornada anterior. Leyó en
Llueve, llueve… no cesa de llover; se precipitan lágrimas desmesuradas que parecen proceder de un cielo invisible, encapotado de nubes, neblinas opacas que ciegan ese azul celeste que añoramos. Oí decir, tal vez de niña, que los ángeles, esos seres deseados para guardarnos del mal, llantean a menudo al observar cuanto acontece en la tierra:
“Kleist fue el primero que estableció para el teatro moderno su complejo dominio de la seriedad insegura (…) Aspira a una polifonía en la que ironía y responsabilidad, gravedad y deleite, están implícitas por igual. Sus argumentos parecen desplegarse en diferentes niveles de realidad y no estamos seguros sobre cuál es el ‘más real’ en