Una vida digna es aquella respetada por igual en todas las personas; no mereciendo mayor valor unas u otras en función de las circunstancias sociales o económicas. La dignidad es pues un valor intrínseco a la vida que ningún otro puede poner en duda. Tan solo, el sujeto viviente puede enjuiciar si su vida es
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El humano es la quiebra de la arrogancia, como entes sometidos a ese mundo que anhelamos dominar, acabamos siendo carencia porque nada nos satisface. Desatendiendo a los propios límites, el fracaso nos atiza con un látigo de realismo para que nos reconozcamos nimios, insignificantes vivientes que bracean por no hundirse en la nada; esa que
Ser prudentes no es solo una virtud, sino una exigencia adaptativa consistente en preservar un cierto grado de sospecha vital. Porque quien tantea lo que le rodea, para ponderar lo que sucede, debe poseer la habilidad de dudar de lo verosímil y ejercer un intenso escrutinio sobre lo que se muestra diáfano. Esta perspicacia previene
Ensamblados en un muro, como la robusta madera inerte, se hallan los rostros de los que van a morir, el cuerpo tiritando víctima de sus descargas neuronales que han enloquecido, entre la contradicción de provocar la reactivación motora de los miembros o la parálisis prudente de estos, por si en el último microsegundo los verdugos
La especulación es, en sí misma, un ejercicio estéril porque de ese esfuerzo no se deriva ninguna conclusión nítida, certera, ni tan siquiera un cierto grado de convicción. Partiendo de opiniones –que no conocimientos más o menos ratificados- edificamos un entramado de surcos que nos llevan a la confusión desesperante. No obstante, los humanos tendemos
Ayer finalizó el día con un triste noticia de esas reiterativas que parecen dejar impertérrita a la clase política, afanados en su ansia de llegar al poder. Un hombre ya mayor, poblado de canas en las zonas donde la calvicie no había hecho mella, tras treinta años de acompañar y cuidar de su esposa, aquejada
Maldecimos la existencia que impía nos apremia a vivir, no parasitar. Y este requerimiento del que nos lamentamos nos muestra, quizás ambiguamente, como seres carentes de la voluntad, del denuedo inapelable para concluir la única alternativa que nos dignifica ¿Qué sentido tiene pues, denegar el deseo de morir a quien no puede culminar una existencia
Quien no está dispuesto a ceder su dignidad se adhiere como una lapa a la enredadera axiológica que la sustente, como fundamento básico a partir del cual puedan pender las ramas de otros valores irrenunciables. Solo el que acepta sin desdoro, otorga el merecido respeto y reconocimiento al otro, solo desde el crédito asentido se
Quien se deja arramblar por la desidia y la aflicción se petrifica en cuanto a la acción y se mortifica respecto del sentir de su estado. Cierto es que aquello que se precipita vertiginosamente sobre la condición vital parece insufrible, y a menudo lo es. Pero también, lo es, que sobrevenida la avalancha sobre la
Las condiciones de vida son, para muchos individuos, exigencias asfixiantes que les abocan a optar por las diversas formas de aniquilación que pueden imaginarse. Quien no halla su lugar por anómalo y se le niegan los medios de supervivencia que por dignidad merece, o se le excluye por constituir un apéndice pernicioso para el sistema,