La escritura nos permite traspasar los límites que en la existencia no somos capaces de traspasarlos. Esta impotencia puede tener diversas causas: no considerar licito hacerlo, tener miedo a cruzarlos, no poseer la claridad suficiente para discernir si queremos o no cruzarlos. Sin embargo, la literatura es ese ámbito en el que la libertad de
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Una de las ideas que sostiene con convicción Joan Carles Mèlich es esa manera de calificar la Filosofía -al menos la que él desarrolla- como literatura filosófica en cuanto su decir es de difícil clasificación. Exluir uno de los dos términos resulta como descafeinar los textos de los que estamos hablando y seguir con la
Cuando una futura o supuesta novela que está en curso, tras mucho tiempo de haberla iniciado, avanza a trompicones sin poder evitarlo; con vacíos prolongados en los que nada germina; aunque permanezca incisiva en ese rincón desasosegado de la mente que parece luchar por descubrir lo que aún no es, produce una desazón intensa por
Como lo prometido es deuda, aquí tenéis la reseña de esta gran obra literaria que si tuviera la firma de «otros» en lugar de la de su auténtico autor, estoy segura que ya hubiese sido alabada como una creación a la altura de los más reconocidos de la literatura contemporánea. Pero su autor es Manuel
“(…) no hay ningún texto literario, ya sea un poema lírico o una novela policíaca, de ciencia ficción o romántica, que no contenga, manifiestos o encubiertos, unas coordenadas metafísicas, unos axiomas lógicos o unos rastros de epistemología. El hombre narra mundos posiblemente alternativos, a modo de contrapunto a esta realidad limitada, provinciana. Lo filosófico y
Hace unos días me topé con una viñeta en las redes en la que un señor se lamentaba de que ya nadie leía, que ahora todos escribían. Me arrancó una carcajada espontánea porque entendí que, tras esa ironía, yacía una constatación bastante verosímil. Ciertamente, solo unos pocos selectos escritores viven de las obras que publican.
El uso del lenguaje para transmitir un determinado estado emocional es un reto ante el que la mayoría de escritores naufragan. Una única palabra resulta insuficiente, por ejemplo, para recrear la tristeza porque esta adquiere matices, intensidades, tonos y peculiaridades en cada individuo que la convierten simultáneamente en universal y encarecidamente particular, propia y singular.
Si escribiendo una novela te tropiezas con un escollo del que no puedes zafarte con maestría; es decir, generando una metáfora que dote de contenido simbólico lo narrado -más allá de la literalidad del texto-, permanece, regodéate en el transcurrir de un tiempo que la vida necesita para que puedas ver y mirar esa sustancialidad
Las diversidades de formas literarias constituyen expresiones de la variedad de experiencias del autor. Y esta solo se da propiamente donde tiene lugar la aprehensión, la captación intuitiva de lo vivenciado, que permite dar sentido y hacer comprensible lo realmente acontecido. Así, aquello que conforma el bagaje vital de quien escribe se refleja, proyecta o
Se me antoja, como si de una intuición reveladora se tratase, que escribir es un acto de egocentrismo. Si no fuese así, si no se diese ese esfuerzo de penetrar las propias pantallas reflectoras, y con él un ejercicio de centrarse en el yo, absteniéndonos de cualquier cosa que se halle en el límite externo,