En la medida en que se suceden, el sumatorio de los instantes constituyen toda una existencia. Algunos son fugaces auras que nos arrullan como duendes lisonjeros. Otros se instalan en el tuétano del alma como púas que hieren hasta desaguarnos. Ambos se alternan indefinidamente en nuestra finitud. La cual percibimos como amenaza pavorosa o, bien,
Etiqueta: Existencia
Todos tenemos, alguna vez, sueños que apelan a la consecución de lo imposible. En algún rincón de nuestra mente reside ese irracional deseo que fluye en nuestras construcciones oníricas cuando más desprevenidos estamos o, tal vez, cuando más impotencia sentimos. Por muy pragmáticos que seamos, y por muy contundentes que nos mostremos en la negación
La cruda existencia nos vuelve vulnerables: desprendidos de lugar propio, devenimos víctimas golosas de pasiones desatadas, desnudas de convenciones que nos arrostran, someten y deslumbran. Solo, cuando la voracidad del impulso que busca satisfacción como lenitivo benéfico para soportar lo absurdo, que se encarniza en lo más rastreramente cotidiano, se va desvaneciendo, retomamos
Revisión de un artículo de 2016 Cuando el objetivo de nuestras vidas es la felicidad, una ansiedad nociva se ha disparado en nuestro interior. La existencia, como misterio que vamos aprehendiendo por la experiencia, no admite fines ulteriores que exigirían una comprensión nuclear de su naturaleza. En la medida en que forzamos un sentido vital
Despunta el daño insistentemente infringido que la mente se ocasiona a sí misma. Una práctica interiorizada rebosante de culpa por un delito sin identificar. Ese océano de posibles motivos desborda cualquier posibilidad de redención, porque cuando se desconoce en qué se ha errado maliciosamente –sino ¿qué justifica la culpa?- se vaga a perpetuidad en el
Desnutrirnos de desafecto, ignorancia e indiferencia es semejante a horadar una concavidad destinada a ser una siniestra oquedad sin culminación posible. Un algo gestado para la vacuidad, cuyo horizonte es ser absorbido sin condescendencia, por súplicas o ruegos, hasta devenir aquello que, de entrada, condicionó y posibilitó su leve estar. El tremebundo acto de asumirnos
Se encoge cuanto nos constituye evaporándose, como una fumarada abrupta, súbita, inesperada. Ese vaho va trashumando tenuemente, con firmeza. No es un gesto, ni un requiebro equívoco para ladearnos y culminar sorpresivamente aduciendo que no era más que una chanza. Es el acontecer mismo, lo único que propiamente nos pertenecía –aunque lo ignorábamos-, imbricado en
El cansancio que se aferra al estado de normalidad, abatiéndonos y postrándonos como seres incapaces casi de movilidad, se gesta en el transcurso de una cotidianidad anodina que nubla el qué y el porqué de la existencia. No se requiere magnos sucesos que nos noqueen; al contrario, lo que nos carcome es la insulsez de
Una contienda, una batalla, una lid más sostenida y soportada porque hay que permanecer, debemos persistir porque se nos presupone la lucha por la existencia, no ya como humanos, sino como vivos. Sin embargo el manido derecho a decidir es antes que una atribución política, una cuestión de humanidad de un sujeto concreto, de carne