Protegerse, sin claudicar

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Protegerse de una persona dañina, si hemos desestimado la posibilidad de anularla de nuestra vida, no puede ser un gesto espontáneo ni expuesto a la intensidad del mal recibido, porque ahí sigue produciéndose daño. Antes bien, debe presidirnos una estrategia que, compensándonos emocionalmente, nos permita mantener la serenidad y la firmeza de una decisión, nunca de una reacción defensiva.

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