Votad, para que nos boten lo menos posible.

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Podría hablar de la jornada electoral que nos espera, sin embargo, solo de pensarlo me quedo abatida por el aburrimiento. Dicen algunos filósofos que el aburrimiento es un estado difícil de combatir y que en esta lid está en juego el sentido mismo de la existencia. Ahora bien, si el tedio no se origina en el existir mismo, sino que lo provoca un determinado acontecimiento, como es en este caso las elecciones municipales y autonómicas, es que algo está fallando.

La constatación de que las democracias para la mayoría de los ciudadanos se reducen a participar en las urnas cada cuatro años. Las manifestaciones deben ser autorizadas, que sería una forma de expresar el desacuerdo durante ese lapso en el que gobiernan los que han vencido las elecciones -o han pactado con otros para sumar mayorías-, y las autorizan quienes gobiernan o sus técnicos que actúan por indicaciones políticas, con lo que determinadas expresiones de disconformidad nunca serán permitidas. Además, quienes intentan desde la acción implicarse en la emancipación ciudadana, saben que para obtener financiación necesaria deben entrar en un juego político de servilismo. Siendo realistas, lo miremos por donde lo miremos, la política está sucia, denigrada y falta de credibilidad. Todos los políticos se mueven por intereses de partido y deben asumir una disciplina -que no es muy democrática- para vender la falsa imagen de unidad ideológica.

Un caso paradigmático y muy curioso es el de L’Hospitalet de Llobregat. Desde que hay democracia la ciudad es un feudo socialista, más de cuarenta años; teniendo en cuenta que es una ciudad problemática por la densidad de población más grande de Europa, una vivienda vieja y sin condiciones para acoger las nuevas familias que se amontonan en la ciudad, unos precios de alquiler insuficientes, paro, pobreza e índice de inmigración muy alto: ¿cómo puede ser que en este maremágnum siempre salgan elegidos los mismos como si todo fluyese como la seda? Como mínimo debería ser objeto de una investigación seria y profunda, y no porque insinúe que hay compraventa de votos tal cual; ya que los votos se compran de muchas maneras a lo largo de cuatro años, sino porque es anómalo que en una ciudad un partido tenga el monopolio durante más de cuarenta años, en una ciudad en la que desbordan los problemas, y el descontento de muchas personas durante los años de gobierno es evidente. Lo más oído son las quejas por la inseguridad ciudadana, por los líos y fiestas nocturnas, por las condiciones de pobreza en la que viven amontonados en un piso más de una familia.

Obviamente hay otras realidades más esperanzadoras en la ciudad, pero el peso específico de las mencionadas debería haber pasado factura al partido socialista en algún momento ¿Cómo puede ser que no haya sido así, y que las encuestas vuelvan a darle una mayoría absoluta?

Votad, para que no os boten, aunque en según qué lugares parece algo estéril.

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