El tempus en la creación de una obra.

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Tengo encima de la mesa unos cuantos libros que han pasado a formar parte del paisaje natural de mi escritorio. A veces, siento que fijan su mirada en mí, reclamándome, reprochándome el abandono en el que los he sumido. Sin embargo -aunque ellos no lo entienden- no han caído en el olvido. Están como fuego ardiente oscilando en mi mente, día tras día. Los veo, sé lo que debería hacer, pero constato que no puedo retomarlos. Son el material necesario para darle cuerpo a una idea que me azuza hace mucho tiempo. Ya los leí en su momento, el que fue propio de cada uno; ahora me urge releerlos para reinterpretarlos, vivificarlos. Aunque constato que algo me retiene, porque a pesar de haber reiniciado la lectura de varios de ellos, no puedo continuar. Sospecho que esa idea remota que me hierve en lo más íntimo no está del todo madura. No es la primera vez que me sucede, quedarme paralizada con la sensación de no poder crear nada.

El proceso creativo tiene su tempo. En mi mente revolotean cuestiones alrededor de una idea; mi impresión es que hace años y, sin embargo, iniciado el proceso me estanco. Algo no acaba de cuajar entre la experiencia y la teoría, me falta el engarce que minimice lo teórico, y aunque sustente la experiencia, ésta pueda ser gestada desde las entrañas mismas. Me inquieta ser capaz de crear algo novedoso, en algún sentido: ya sea la forma literaria, quizás mezclando géneros, la transversalidad de la idea sin que el recurso filosófico haga tediosa la lectura. ¡No es ningún libro de autoayuda! Me parecen un oportunismo engañoso. Versaría sobre algo nuclear en todo humano, seamos del lugar del planeta que seamos. Tal vez, me propongo un hito excesivo para mi habilidad, me cuestiono en ocasiones; en otros momentos me impulsa la convicción de que hay mucha vida y mucha muerte tras lo que querría escribir y, si es así, solo debo ser paciente conmigo misma, y esperar ese “clic” que siempre se ha producido, hasta ahora, cuando he estado incubando alguna obra. El punto de inflexión no es una inspiración mágica, sino ese momento en el que sazonado el conjunto vislumbre con claridad el proceso de recreación de algo vital y muy reflexionado.

No somos los dueños absolutos de nuestras obras, hay un sustrato inconsciente que aflora en el proceso de creación que nos conduce sutilmente, y sobre el que no tenemos poder alguno. Mientras fermenta, la paciencia y la tolerancia con uno mismo es un factor clave.

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