La vida en el tiempo, éste en la vida.

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Un comentario

Cualquier día del calendario es como un haz de destellos que se contraponen, bifurcándose indefinidamente. De cada ramal de luz surgen, a su vez, nuevas diásporas de diversas tonalidades que propician, en su conjunto, una gama completa del negro al blanco más nítido. Así, el gris suele ser el semblante más concurrente. Sin embargo, elegida al azar cualquier jornada detectamos sucesos absolutamente divergentes: unos nacen, otros mueren; unos se enamoran, los otros se distancian; unos triunfan, otros fracasan, …

Esta constatación, que puede parecer una obviedad, es un acontecimiento relevante si aislásemos un día concreto, y pudiésemos observar casi la totalidad de lo sucedido. Entonces, nuestra mente no podría albergar la disparidad de hechos, de emociones desbordadas en cada individuo y el fenómeno de la relatividad plasmado en este hipotético ejercicio.

Nos aportaría, sin embargo, una experiencia mediante la cual habríamos podido reconocer que la materialidad de los hechos se presenta en un tiempo común con modalidades diversas, y que, en consecuencia, nada hay de absoluto en lo temporal: los tiempos no son únicos, sino que se diversifican tanto como individuos hay; su naturaleza es inaprehensible y no puede ser disociada en la praxis del hecho que se sucede. En este sentido, la filósofa Pamela Soto García en su estudio monográfico sobre Zambrano, asevera que:

 “(…) el tiempo tiene un particular sentido si se lo plantea en relación con la vida, porque el tiempo se problematiza cuando se experimenta. Entrar en el tiempo es para Zambrano empezar a vivir, y la vida es persistir en la existencia, La relación del tiempo con la vida no implica circunscribir al tiempo un modo específico de temporalidad -pasado, presente o futuro- sino más bien consiste en abordar la complejidad de la temporalidad a partir de la pluralidad de los tiempos que se cruzan en la vida humana”

Soto, P. “María Zambrano. Los tiempos de la democracia”. Ed. Herder. Barcelona. 2023

Así pues, no solo es infructuoso hablar de lo que acontece, de la vida, desgajada del tiempo en el que sucede, sino que el vivir mismo es ese fluir en el que se entrecruzan los tiempos, por lo tanto, los días pasados, los presentes y los futuros, y comprender la complejidad de esa intersección entre la diversidad del tiempo y de la existencia es una perspectiva que parte de la materialidad y corporalidad de lo que somos: seres fluyentes, dinámicos imbricados con el tiempo.

 Quizás, solo entendiendo que la vivencia es, a su vez, tiempo podamos comprender la pluralidad de matices cromáticos del tiempo que apuntábamos al inicio del texto, y que estamos o somos seres temporales que no podemos entendernos, y menos aún sentir, sin haber captado esta imbricación que nos lleva a ser el cualquier punto de este flujo lo que pasó, lo que pasa y lo que deseamos que pase, motivo de nuestra acción y nuestra convicción de que la vida también es el resultado de nuestras manos.

Acabamos con unas palabras de Ricardo Espinoza Lolas, en el prólogo del estudio mencionado de Pamela Soto:

“¿Por qué el tiempo es nuestro «hilo de Ariadna» dentro del complejo laberinto de Zambrano y no, por ejemplo, lo poético, que ha sido lo habitual para entender a la filósofa por décadas? (…) La filósofa española es muy clara en su análisis y nos indica de forma rotunda lo que sucede cuando no dejamos entrar en la realidad, la vida, la intuición, con toda su multiplicidad, fragmentariedad y diversidad en la que consiste y que se expresa en el tiempo como una cierta unidad de diferenciación que nos articula a nosotros con ella.”

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