El otoño como presagio de dolor.

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El otoño es un tiempo melancólico, al menos para algunos. Las hojas de los árboles adquieren un color ocre-rojizo que anuncia su caída. Ramas solitarias, desangeladas. Cielo grisáceo y un paisaje tristón. El clima nos empuja al recogimiento, a la reflexión, recorriendo pasos andados, lamentándonos por unos y regocijándonos por otros. Sin embargo, la soledad se instala sin que la hayamos invocado, y de forma unánime. Somos menos proclives al contacto con otros, casi como si la naturaleza hubiese instalado ese ritmo en nuestros cuerpos y no pudiésemos contravenirla.

Veo desde el ventanal como oscilan las ramas con cierta arbitrariedad y no puedo evitar sentir una especie de presagio de que los tiempos que vienen no son fáciles. Tampoco los que ya tenemos, pero en contra de lo que a veces pensamos todo puede ir a peor. Imagino catástrofes -sea cual sea la causa-, más niños desnutridos y esqueléticos, muertos, casas destruidas, calles desiertas, llantos desgarradores, gritos que parecen aullidos, …y una desesperanza realista.

Tras el azote de esas imágenes, me apercibo que no es el otoño la causa, por supuesto, simplemente el paisaje que evoca la tragedia de tantos humanos. Y a mí, me entristece el otoño, a ellos los devastan monstruos.

Quizás, un paisaje tenga el poder de conmovernos, de mostrarnos cómo malviven los otros, y de pensar que podría ser peor para mí y los míos. Mucho peor, terriblemente peor. No obstante, no consigo deshacerme de esa preocupación ante mayores tragedias y conforme todo acontece según mi presagio me cuestiono qué clase de animal es el humano.

¿Servirá de algo este otoño de inmersión en nosotros mismos? ¿Nos hará decididamente activos en contra de las catástrofes que suceden a causa de la mano humana? Me temo que no. Pero simplemente porque hay un dato objetivo -si se me permite- y es que ¿cuántos otoños ha vivido la humanidad? Nunca ha rebrotado una energía transformadora de un otoño climático, sanamente transformadora -no me olvido de la revolución rusa, ni de la muerte de Franco, …no fueron una mejora para construir lugares de vida dignos-.

Así es que pasaremos el otoño como podamos, palpando la desidia y el desánimo en cada rincón, y ojalá algo, aunque sea nimio, aprendamos y mejoremos de nosotros mismos a fin de que mejore la vida también de los demás.

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