Acabo de finalizar un artículo para una revista digital que ya veréis publicado. Lo relevante, y esa es la gran riqueza que una va incorporando a base de escribir, porque es en ese ejercicio que descubro y redescubro a otros y, por efecto bumerán, me reencuentro con lo que considero nuclear para mí, y para mantener la mente sana. Sin lo cual, nada sería para otros más que ponzoña que impide vivir.
Cito unas frases de Schopenhauer, que me he encontrado subrayadas por mí, anteriormente, y que hoy han adquirido un relieve especial:
“Lo que uno tiene por sí mismo, lo que le acompaña en la soledad sin que nadie se lo pueda dar o quitar. Esto es mucho más importante que todo lo que posee o lo que es a los ojos de otros”
Schopenhauer, A. «El arte de ser feliz” Ed. Herder. Pp.95
Esa luz que me ha provocado un pestañeo inesperado es sin duda la clave para la vida de cada uno de nosotros: lo que cada uno tiene por sí mismo y en los momentos de soledad le acompaña, proporcionándole paz y tranquilidad; esa es la auténtica piedra filosofal que nos va a permitir interactuar con acontecimientos, sucesos sin que nuestro interior pueda ser vaciado. Ya que eso, es lo que auténticamente somos y poseemos. La imagen o imágenes que proyectamos o las que los otros vean en nosotros son algo superfluo y variable como un líquido que adopta la forma del recipiente que lo contiene. De esta externalidad podemos prescindir, porque lo que nos mantiene vivos y con ganas de vivir es ese núcleo interior que yace en nosotros y que hemos construido y reconstruido con pesar, sufrimiento y muchísima veracidad.
Mantener esa soledad acompañada de lo que no nos puede ser arrebatado nos permite vivir con cierta armonía ante las eventualidades y tormentas externas. Como todo lo bueno, hay que cuidarlo, y cuidar de sí es regar ese núcleo, que posteriormente nos llevará a cuidar de otros.
