El sistema de «Injusticia»: el poder del más fuerte.

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La venganza es una acción humana para saciar la ira y el dolor que ha provocado un agravio. Éste puede ser de diversas magnitudes, y dependiendo de la gravedad del daño recibido, directa o indirectamente, parece que esa necesidad de resarcimiento es más intensa.

En principio, para evitar situaciones en las que uno tenga que llegar a infringir un escarmiento por cuenta propia está la Justicia. Como institución que debe garantizar los derechos y protegerlos asume la función de resarcir el mal que uno pueda hacer deliberadamente, o no, a otro con el fin de repararlo. Sin embargo, quien más y quien menos ha tenido experiencias con esta institución crucial en la sociedad y ha quedado decepcionado. En primer lugar, por la lentitud. Es inconcebible que alguien deba esperar años, o según qué suceda meses, para que la institución judicial intervenga. La burocracia judicial es sin duda la más ineficaz e ineficiente que hay en las sociedades actuales. De ahí, que haya una desconfianza generalizada en esta institución y si se puede evitar no se recurre a ella.

Pongamos, un ejemplo sencillo: un vecino amenaza de muerte a otro, ante testigos. El que amenaza posee una capacidad y fortaleza física superior, por lo que la persona amenazada, se siente realmente en peligro. Acude la policía al lugar de los hechos no lo localiza y, bueno, pues si se pone denuncia ya le llegará una citación. Al ir a comisaría a interponer la denuncia, los policías afirman que puede tardar meses o un año el juicio. Ante esto la amenazada expresa su inquietud por si el sujeto la vuelve a abordar. En ese caso, debes volver a llamar a la policía. Claro está, si la supuesta víctima tiene margen y no le raja el cuello. En ese caso ya pasamos a otro tipo de naturaleza del delito que aún durará más años en juzgarse.

Mientras tanto, hay quien vive aterrorizado, angustiado y volviendo la vista de un lado hacia el otro para comprobar que no está al acecho el sujeto amenazador. En esos instantes, la tentación es usar métodos poco legales para detener al tipo, darle un escarmiento y que no se atreva a acercarse a la persona amenazada. Este último delito que, por supuesto lo es, viene provocado por la institución de la Justicia. Si ésta interviniera con más celeridad y eficacia no se llegaría, como medida de protección, a cometer el segundo delito. Entre estos casos encontramos muchos de los denominados violencia de género. No se entiende que habiendo muerto más mujeres, en menos años, que las personas que asesinó ETA, no se actúe de manera impecable y deje de decirse a través de los medios que no había denuncias. No hay que ser muy listo para apercibirse de que si no hay denuncias es para evitar precisamente ese desenlace, porque la Justicia no va a evitarlo, lo juzgará una vez sucedido. Tiene que ser un caso muy evidente -que lo vería hasta un niño- para que se actúe rápidamente, y siempre la mujer, en algún momento, necesita el apoyo de alguien que personalmente se presta a custodiar a la víctima durante los días que se tarda en ubicar en pisos o casas de acogida -de los que, por supuesto, no puede dar la dirección ni a la familia-. Eso las que tienen suerte. Las que no, ya sabemos como acaban, ellas y demasiadas veces sus hijos: en la morgue.

Siguiendo con la cuestión, una de las medidas que se toman como prevención son las órdenes de alejamiento. A ver, ¿alguien cree de veras que, a un individuo dispuesto a asesinar carcomido por el odio, le frena un papelito que dicte que no puede acercarse a la víctima o al domicilio más de quinientos metros? Es evidente que no. Es más, cuando la mujer e hijos son trasladados a una casa de acogida, durante un tiempo como mínimo, el marido, padre, novio, …suele quedarse en el domicilio familiar.

Además, entiendo que quien recibe en este caso una medida preventiva que parece una condena es la mujer y los hijos. Son ellos los que con el mínimo de sus enseres huyen a otra ciudad, perdiendo al apoyo social que podían tener, a una casa que tiene un cierto estilo de régimen carcelario. Con entradas y salidas vigiladas y justificadas, habiéndose quedado sus hijos varones de dieciocho años literalmente en la calle. Un año aproximado de estancia, durante el cual tienen que reponerse psicológicamente, adaptarse a un tipo de vivienda de ese tipo, encontrar trabajo, piso y poder organizarse para compatibilizar el horario laboral con el escolar. Es decir, empezar de cero con un solo sueldo. ¡Ahí queda eso! ¿Quién dice que tienen miedo, que son personas frágiles? Si a quienes les exigimos eso las consideramos débiles, estamos taradísimos.

Pregunto. ¿No sería menos costoso y más justo trasladar preventivamente [1]al posible agresor a otra ciudad, en una casa de reeducación y terapia, y que sea él, ya que es quien amenaza la integridad física de la familia el que sea desterrado y vigilado hasta que salga el juicio, que tardará años?

A esto hay que añadir que algún juez lúcido, establece medidas de visita provisionales para que el padre pueda ver a los hijos, y es la mujer la que debe acudir al punto de encuentro sin vigilancia policial. De esto, doy fe. Creo que hace tiempo estas visitas, en general, están suspendidas, aunque si no se valorar riesgo de asesinato, sí se conceden, ¿y cuántas han fallecido en esas circunstancias?

El número de denuncias reales aumentaría si el sistema fuese más razonable, sobre todo para las víctimas. En las circunstancias actuales hay que tener mucho valor y que a una le queden muchas fuerzas para pasar por todo lo que he descrito.

La violencia de género es uno de los delitos en los que la ineficacia y tardanza de la Justicia es más escandalosa e inaceptable, sobre todo por las consecuencias que tiene para las personas.

En casos de atropellos o accidentes de coche la espera te permite pasar de la adolescencia a la edad adulta, es decir siete años perfectamente. También doy fe de ello. En definitiva, que la inoperancia del sistema judicial incita a tomarse la justicia por su mano a los que se sienten víctimas de determinadas injusticias. Aún debemos asombrarnos de las pocas vendettas que se producen entre los ciudadanos. No hablo de mafias, por supuesto.

Concluyendo, es urgente que se revise de raíz el funcionamiento de la institución judicial para que pueda impartir ciertamente justicia. Si no, quedamos al arbitrio de la buena voluntad de muchos, desprotegidos muchos y que la sociedad sea eso que los contractualistas[2] querían evitar, que se imponga la ley del más fuerte, ellos se referían a lo físico, aquí hemos hecho referencia a ello, pero de facto sigue imperando esa ley, aunque ahora el poder y la fuerza sea el dinero.

En reconocimiento y valor de las mujeres que han sido capaces de salir de situaciones de violencia de género, y en recuerdo de las que se vieron desasistidas.


[1] Es lo que se hace con toda la familia que está amenazada, sin que hayan cometido delito alguno.

[2] El contractualismo es una corriente moderna de filosofía política y del derecho, que explica el origen de la sociedad y del Estado como un contrato original entre humanos, por el cual se acepta una limitación de las libertades a cambio de leyes que garanticen la perpetuación y ciertas ventajas del cuerpo social.

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