Ayer tuve ocasión de ver a través de YouTube una conferencia de Carlos Javier González Serrano sobre Schopenhauer y Cioran: encontrar sentido en el sinsentido[1]. Ésta tuvo lugar en el marco del Congreso Internacional sobre Cioran, en reconocimiento a la labor de la profesora colombiana María Liliana Herrera A. desde el Portal E.M. Cioran Brasil.[2]
Quisiera destacar en primer lugar la excelente exposición de González Serrano que tiene la virtud de aportar claridad a lo que no lo es, al menos desde su interpretación fundamentada en la lectura y traducción de los textos de los autores sobre los que reflexiona. En segundo lugar, alabar la iniciativa de llevar a término un congreso sobre la figura de Cioran, un pensador incómodo y al que no se ha dado lugar en la academia, porque a menudo son los ignorados los que más duramente están poniendo en tela de juicio las formas establecidas de la existencia humana -las normativizadas-
Teniendo en cuenta que la mencionada exposición tuvo lugar el 13/10/2021 y que está disponible en el canal de YouTube, os facilito los enlaces a pie de página, y me limito a comentar alguno de los aspectos que más me han sacudido de la conferencia de Carlos J. González Serrano -cuyo currículum podéis consultar en los enlaces mencionados-.
Entrando en la cuestión, el ponente tiene como propósito detenerse más en el comentario de Cioran por ser menos conocido, al menos en el ámbito académico y por supuesto mucho menos investigado y estudiado. Para leer a Cioran con la profundidad que éste merece, hay que tener como trasfondo a Schopenhauer, Mainländer y Nietzsche, al menos. Sin el pesimismo schopenhaueriano y mainlanderiano con sus propias particularidades, y el vitalismo del primero y de Nietzsche no hay comprensión posible del pensamiento del filósofo – a mi juicio, puede ser considerado un filósofo sin ningún tipo de ambages- franco-rumano. Por supuesto, para clarificar estas cuestiones recomiendo fervientemente seguir la conferencia de González Serrano
En cuanto a lo que deseo destacar. en este breve post, es la cuestión sobre el pesimismo de estos filósofos que han sido denostados por llevarnos a un abismo del que es difícil encumbrarse, como si tal precipicio fuese una ficción de quienes transcurren amargados en el tiempo. González Serrano acaba calificando el pensamiento de Cioran como de un cierto humanismo, en la medida en que entiende que la apuesta definitiva del filósofo es una afirmación de la vida, a pesar del reconocimiento de que la existencia es sufrimiento -aquí vemos la clara proyección nietzscheana-. Tal vez, y sin que esto entre en oposición con las palabras de Carlos J. González, entiendo que más que destacar ese humanismo, cabría insistir en que no constituye ningún pesimismo en el sentido negativo que se suele otorgar al concepto, sino antes bien un realismo. Si la existencia es sufrir, la única manera de vivir es tomar conciencia de este sufrimiento que nos proporciona la experiencia y pensar sobre él, porque es la condición para poder entender, iluminar la vida y asumirla como el sinsentido que implica. Así afirma Cioran:
“La desgracia constituye la trama de todo lo que respira; pero sus modalidades han evolucionado; han compuesto esa sucesión de apariencias irreductibles que inducen a cada existente a creer que es el primero en sufrir así. (…) en un mundo de sufrimientos, cada uno de ellos es solipsista con respecto a todos los otros (…)[3]
El reconocimiento del sufrimiento como lo más intensamente real no es un derrotismo, sino la constatación de que, dado que somos seres sufrientes, solo nos queda iluminar ese padecimiento; también para trascender esa cueva oscura que parece ser cada individuo, y aprehenderla como condición de la existencia misma de todo humano, aunque nos sintamos aislados en una soledad radical. Tal solipsismo, como lo denomina Cioran, surge de la imposibilidad de superar esa individualidad de la que habló largo y tendido Schopenhauer. Sin embargo, no es un llamamiento al individualismo, tal y como lo conoceríamos hoy, sino a una complicidad con los otros que aspiran a la misma imposibilidad que nosotros: dejar de ser ellos mismos, para ser otros, creyendo que así sufrirán menos.
De tal forma, lo que Cioran está constatando es lo que somos y lo que no somos, aquello de lo que carecemos y que es el obligado punto fenoménico de partida para no habitar permanentemente una ficción “optimista”. La existencia no es ninguna banalidad, es un padecimiento nuclear con el que irónicamente podemos vivir o no. La apuesta de Cioran será afirmar la vida, entendiendo que “hay una coalición táctica” entre los humanos contra el suicidio, porque la existencia misma es el todo. “Y esa nada, ese todo no puede dar un sentido a la vida, pero la hace al menos perseverar en los que es: un estado de no-suicidio.”[4]
Aquí, considero importante destacar la noción de Tiempo que maneja Cioran y que destaca González Serrano como uno de los elementos claves para comprender el pensamiento de Cioran. Adquirir conciencia del transcurrir, no de cada suceso, sino del transitar mismo, de la corrupción nos permite experimentar que todo pasa y, en este sentido, me atrevería a afirmar que, sin la finitud, la muerte, no seríamos capaces de sostener la vida. Vivo, porque sé que puedo dejar de hacerlo a voluntad, afirmará en uno de sus texto Cioran. De alguna manera, el realismo radical que pretendo mostrar incluye la integración de la muerte como un acontecer ineludible que nos permite sostener un sufrimiento que nos hace lúcidos, no ilusos. Nos permite entender que somos un accidente, que no hay que tomarse la vida tan en serio y que esto es liberador.[5]
[1] https://www.youtube.com/watch?v=xUqr_4xyEUc&t=5130s
[2] https://portalcioranbr.wordpress.com/2021/09/13/coloquio-liliana-herrera-programacao/
[3] Cioran, E. “Breviario de podredumbre”. Ed. Taurus. Barcelona 2014. Pp.46
[4] Ibid. Pp. 46
[5] Cioran, E. Conversaciones. Tusquets-Fábula. 2010. Pp.69.
