Preservar lo humano ante la homogeneidad de la IA.

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No podemos decir más que lo que observamos en el mundo para nosotros. Esa perspectiva desde la cual el sujeto moderno construye su cosmovisión. Y, lo hace, consciente o inconscientemente, mostrando las trampas que esa construcción cognitiva mantiene ocultas hasta que caemos fulminantemente en ellas. Como son quedar reducidos a números y despojados del valor de lo cualitativo, sumirnos en una normatividad asfixiante -aunque le atribuyamos ser el estandarte de la libertad- y someternos a una competitividad para sobrevivir más voraz que en la Naturaleza, ya que en ella podíamos atisbar los peligros, mientras que en este nuestro mundo civilizado no podemos, a menudo, ni intuir por dónde van a pulverizarnos y anular nuestra subjetividad.

La introducción anterior no es ninguna novedad, muchos filósofos desde Nietzsche, Foucault, Deleuze, …han expuesto y destripado los implícitos no percibidos de las sociedades modernas y el poder. Sin embargo, la crítica filosófica no cuaja hasta el punto de interferir de forma notoria en el curso de la modernidad y su crítica, que se ha dado en llamar postmodernidad, tardomodernidad, …se queda en una constatación que permite comprender qué pasa, pero no consigue acontecer en una transformación que permita la emancipación de los individuos y las comunidades.

Lo dicho, queda evidenciado si atendemos al auge que la inteligencia artificial, su evolución vertiginosa, su uso y las prospectivas sobre cómo cambiará nuestra vida, está teniendo actualmente como culminación de esa matematización lógica de nuestro mundo, que ahora estamos traduciendo al lenguaje algorítmico. Si la lucha o la resistencia sobre la imposición de lo cuantitativo sobre lo cualitativo había fracasado, su consecuencia más inmediata es la emergencia de la era algorítmica, de la que dudo que podamos desprendernos para salvaguardar la condición humana en toda su diversidad y riqueza.

La resistencia no consiste -porque está abocada al fracaso- en la oposición a la IA, sino en la habilidad de ponerla a nuestro servicio, precisamente para mayor expansión y realización de lo múltiple humano. Si la IA iguala procesos, busquemos la manera de que la IA detecte anomalías que se escapen de esos procesos algorítmicos y las encumbre como valiosas para la realización de lo humano.

Es todo un reto en el que está en juego la posibilidad de supervivencia de la diversidad y la singularidad sin las que, propiamente, no habría humanos.

En palabras del filósofo Eric Sadin:

«Lo que se juega es la negación de nuestra vulnerabilidad, esa fragilidaad constitutiva de nuestra humanidad que le hace decir a Aristóteles que ‘una vida tan vulnerable, sin embargo, es la mejor’, la vulneralibilidad que nos lleva a ir incesantemente por delante de la vida y sus caprichos, llevándonos a aprender a componer con el flujo de los acontecimientos, a liberarnos de la mera necesidad para erigirnos como seres activos que se valen de todos los poderes de nuestra sensibilidad y nuestro entendimiento.(…) Por detestar nuestra condición, nos habríamos comprometido en la empresa insensata de querer erradicar la vulnerabilidad consustancial a la existencia, la que excita la savia de nuestro ser.»

E. Sadin ·»La inteligencia aritificial o el desafío de nuestro siglo». Ed. Caja Negra, 2020, pg. 256

Y en el marco de esta huida de nosotros mismos está el inconsciente sometimiento a lo algorítmico.

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