A contracorriente.

No hay comentarios

Habitamos el mundo, o así lo queremos, de espaldas al viento, aferrados a un mástil oscilante. Mitigamos su fuerza con requiebros y amarres cuya condición es no amarrar. Y, así, a contracorriente, con la melena siempre tapándonos el rostro, deseamos escenificar nuestro desacuerdo, malestar y actitud desafiante.

Sin embargo, ¿cómo eludir la presión que se ejerce y se infiltra en nuestros poros? ¿cómo sostenernos rebeldes y sobrevivir? Nuestra oposición a la corriente eólica solo puede ser temporal, sopla con furia la ventisca, flaquean nuestras fuerzas y nuestro mástil cede ante la opresión. Necesitamos el relevo presto de otros dispuestos a bregar en esta batalla; con la fuerza de las convicciones que no aceptan la imposición de convicciones. Y este restar a contrapelo del viento que ruge y arrasa es lo que nos mantiene vivos, escabulléndonos de impostar una existencia que no es nuestra.

Tras cada generación que sostenga la oposición al viento dominante, vendrá otra, y otra; porque lo que no nos es propio tendemos a repelerlo por fidelidad con nosotros mismos. Y siempre habrá individuos convencidos, aunque no siempre vencidos.

Deja un comentario