Los reencuentros pueden producirse por casualidad o, en la mayoría de las ocasiones, porque una persona busca a la otra. Las redes sociales son hoy fuente de muchos de esos reencuentros porque nos permiten rastreos de aquellas personas que formaron parte de nuestra vida -en esa variedad de formas de relación que se dan- en un momento. Nos las hemos olvidado, han quedado diferenciadas en nuestra memoria y la toma de contacto, sea quien sea que busca, no cae en el vacío del otro, sino que reaviva una serie de recuerdos gratos. Si no fuese así, seguramente ni una hubiese buscado, ni la otra hubiese respondido.
Los que hemos sido profesores solemos tener experiencias de este tipo. Obviamente contactan los exalumnos que guardan buen recuerdo de ti, y por esa razón suele ser gratificante. También nosotros fuimos exalumnos y recordamos a algunos profesores con mucho cariño y a otros o los olvidamos o preferimos no recordarlos.
En cualquier caso, retomar esa relación, aunque sea parcialmente, supone captar qué huella dejaste en el otro, quién eras hace más de veinte años para aquellos con los que vivías la extraña y dificil tarea de crecer simultáneamente. Y, por otro lado, se reactiva y renueva todo lo que esa persona, y otros muchos a los que recuerdas, dejó como un poso fértil en ti.
Los encuentros, etimológicamente hallarse uno frente al otro, son significativos como reencuentros si son deseados. Si una persona tomó la iniciativa de que se produjera ese reencuentro y si la otra acogió con entusiasmo la posibilidad de llevarlo a cabo. Siendo así, el hallarnos junto a esa persona nos permite recuperar esos momentos en los que la existencia produjo experiencias beneficiosas, que acabarán constituyendo la mochila de lo que alivia la carga de estar en el mundo.
Hoy intercambiaremos lo que somos ahora, lejano de quiénes éramos, con la esperanza de que hallamos aprendido a vivir y, por ende, a situar al Otro en el lugar que merece.
Poema de MARIO BENEDETTI.
CUERPO DOCENTE
Bien sabía él que la iba a echar de menos
pero no hasta qué punto iba a sentirse deshabitado
no ya como un veterano de la nostalgia
sino como un aprendiz de la soledad
es claro que la civilizada preventiva cordura
todo lo entiende y sabe que un holocausto
puede ser ardua pero real prueba de amor
si no hay permiso para lo imposible
en cambio al cuerpo
como no es razonable sino delirante
al pobrecito cuerpo
que no es circunspecto sino imprudente
no le van ni le vienen esos vaivenes
no le importa lo meritorio de su tristeza
sino sencillamente su tristeza
al despoblado desértico desvalido cuerpo
le importa el cuerpo ausente o sea le importa
el despoblado desértico desvalido cuerpo ausente
y si bien el recuerdo enumera con fidelidad
los datos más recientes o más nobles
no por eso los suple o los reemplaza
más bien le nutre el desconsuelo
bien sabía él que la iba a echar de menos
lo que no sabía era hasta qué punto
su propio cuerpo iba a renegar de la cordura
y sin embargo cuando fue capaz
de entender esa dulce blasfemia
supo también que su cuerpo era
su único y genuino portavoz