De Prometeo a «la muerte del hombre».

Un comentario

El ejercicio de pensar no es posible sin lo que Foucault denominaba una caja de herramientas, es decir, una serie de recursos conceptuales resignificados que nos permitan mirar el mundo desde nuevas perspectivas. El uso de este tipo de conceptos, o metáforas inclusive, abre caminos inexistentes hasta ese momento por los que nos adentramos y destripamos nuestro entorno y a nosotros mismos, sacando a la luz dinámicas internas que construyen determinadas visiones del humano mismo y que, a menudo, sirven para domeñarlo.

De esta forma, la tarea de pensar es siempre necesaria, nunca hay nada pensado definitivamente, de la misma manera que el mundo nunca es idéntico a sí mismo, ni nosotros tampoco. El flujo de sucesos y acontecimientos externos e internos modifican continuamente los modos de ser y estar en el mundo -y a éste mismo-, por lo que desde el momento en que creemos haber hallado una herramienta que aporte una visión relevante del mundo y actuemos para su transformación, es posible que otras dinámicas distintas se estén gestando y para las cuales las herramientas usadas ya no sean del todo adecuadas.

Lo expuesto pretende mostrar que los cambios hiperacelerados de nuestra época no son resultado del azar, sino de una tensión entre lo que hay en un tiempo, la praxis que ese haber nos exige y la escurridiza dinámica del sistema construido socialmente para zafarse de nuestra intervención y domino sobre ella.

Un ejemplo paradigmático en nuestros días es el desarrollo tecnológico, cuya velocidad supera nuestra capacidad de reacción-acción y, por ende, la percepción subjetiva de que los cambios científico-tecnológicos son de tal calibre que nos aventajan, y que no disponemos de buenas herramientas para entenderlos y orientar su desarrollo; ya que cuando nos puede parecer que esto es así, ya se han producido nuevos cambios que nos dejan desfasados. En esta especie de juego del gato y el ratón nos encontramos, hoy, con la controvertida Inteligencia Artificial.

¿Qué es lo controvertido? Posiblemente que no estamos en condiciones de ponderar su desarrollo e intuir hacia dónde nos dirigimos, lo cual es lo mismo que decir que nos hallamos a merced de este avance tecnológico que cambia a más velocidad de la que nosotros podemos realizar una prospección sobre su deriva. Dadas estas circunstancias, nos sentimos dirigidos ya por lo que tememos que ocurra, unas máquinas creadas por nosotros y con una relativa capacidad inteligente marcan el desarrollo como sociedad, sin que los humanos seamos capaces ni de intuirlo, ni de frenarlo o ralentizarlo.

Es cierto que una de las cuestiones en debate es establecer hasta qué punto son “inteligentes” y qué significa este término con relación a las máquinas. Pero también lo es identificar la causa por la que se aparenta que no depende de nosotros ni su ralentización, ni si fuese necesario su paralización. Posiblemente, porque si algo, somos capaces de aprehender es esta causa oculta que impide detenernos para poder repensar hacia dónde queremos evolucionar como sociedad, gracias a la IA, y qué aspectos consideramos intocables, sagrados, en el sentido de que la IA no tenga cabida -si es que los hay-. Y esa causa oculta es la economía, el rendimiento y los beneficios de estas tecnologías al servicio de intereses particulares, algo muy añejo y que emerge del deseo de poder y de dominio de los otros.

Así, según acabamos de ver, nada nuevo en el horizonte respecto del deseo que parece mover con más ímpetu a muchos humanos. Pero con la salvedad de que aquello a lo que nos enfrentamos, y que ha sido producido por nosotros mismos, posee, a su vez, un poder mayor; de tal forma, que nos sitúa como los creadores de un Frankenstein que somos incapaces de dominar, sino que es él el que toma las riendas.

Somos los dioses a los que las máquinas prometeicas están robado el fuego. Si el hombre mató a Dios para su liberación y autodominio, esa IA puede matarnos a nosotros con idéntico objetivo, e iniciarse la época tan anunciada del posthumanismo. Una nueva era tras la muerte del hombre, que acaba así por su pretensión de ser dios. Los cuales acaban muriendo a manos de sus criaturas como si hubiese una moraleja que valdría la pena desvelar.

Para aquellos que queráis profundizar más.

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