Actualmente, podemos constatar una cierta ligereza en el uso de las palabras. Si consideramos que, éstas representan nuestras ideas sobre las cosas o sobre el dinamismo mismo del mundo, no son etiquetas intercambiables ni baladís. Es decir, cuando usamos un término en lugar de otro con esa frivolidad, estamos mostrando que la pesadez del significado
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Ondea un tono grisáceo que opaca la luminosidad, esa tenue refulgencia que anhelamos emitir, afanándonos en ella, aunque resulte estéril y en vano. Acaso, deberíamos con serenidad reconocer la escasez de motivos que pueden irradiar el espacio lóbrego que ocupamos. Tolerar la pesadumbre que nos envilece y sostenerla, soportarla y demostrarnos que podemos. Y, tan
La hartura genera protuberancias por toda la superficie de mi cuerpo. Percibo masa excedente acumulada en las caderas, el torso. Las extremidades se asemejan a morcillas carentes de tono violáceo, que me indica que la mutación de mi físico no responde a una precipitación desde una altura desmedida y su posterior caída. Soy una amalgama
El lenguaje constituye la manifestación de nuestra comprensión del mundo. La clásica disquisición de la prioridad entre pensamiento y lenguaje ha quedado denostada, porque es una constatación que ambos son intrínsecamente dos aspectos de esa aprehensión del mundo, e incluso de los límites con los que topamos en ese proceso cognoscitivo. Establecido lo anterior, lo
Se escabullen musitando entre los labios sujetos, verbos y complementos; todos ellos conformando hiperbólicas metáforas que tienden a enervar las emociones, la motivación y las creencias más estimulantes. Así, leer equivale, en este contexto, a edificar mentalmente un mundo deseable. Opera, de hecho, como un lenitivo que permite simular que ciertamente “vivimos”. No obstante, esta
Disponiendo de todo cuanto, de facto, hay, simulamos domeñar el mundo como si este no opusiera resistencia alguna. Pero este dolo, perpetrado y erigido bajo el supuesto de nuestra razón ilimitada, se desvanece ante el contraste empírico que nos desenmascara, mostrándonos como entes mediocres y sometidos –a su vez- al deseo egoísta y a la
El supuesto de un ser, un en sí mismo y auténtico que difiere de su manifestación o su aspecto que tiene su origen en Grecia, ha ido reformulándose a los largo de la historia del pensamiento en términos fenomenológicos, en principio más congruente con la convicción de es el sujeto quien elabora su objeto de
Poseer una conciencia, relativamente nítida ya que siempre existe una ocultación de los gestos más depravados, de bajo qué intereses se regulan las decisiones políticas, judiciales y económicas, nos capacita para un análisis profundo y una crítica incontestable sobre esos mecanismos, que se dan de facto, pero que bien podemos considerar absolutamente inadmisibles y producir
“El sentido del mundo tiene que residir fuera de él. En el mundo todo es como es y todo sucede como sucede; en él no hay valor alguno y si lo hubiera carecería de valor. Si hay un valor que tenga valor ha de suceder fuera de todo suceder y ser-así. Porque todo suceder y
Un parpadeo basta para perder el hilo conductor del mundo instantáneo.