Si mi cuerpo se desliza por la grava, todo el recorrido queda acusado por la epidermis, órgano que debía protegerme. Sin embargo, no hay tránsito que sorteando obstáculos no deje algún trauma como recuerdo indeleble. Eso es vivir hasta las últimas consecuencias, asumir las cicatrices del camino, incluso si eso nos lleva a des-vivirnos.

Me encantó el post. Deja una reflexión profunda. Un abrazo
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