El libro en blanco.

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El mejor libro es aquel que tiene sus páginas en blanco, y el lector hace, a su vez, de escritor; vertiendo sus inquietudes, sus angustias y temores. Puede volcar, si así lo desea, su vida para desgranarla poco a poco y gozar de la oportunidad de reinventarla. A toro pasado todo es más claro y nítido. Sería un libro que nos brindaría la ocasión de realizar un ejercicio de introspección, en el que, a solas, sin el temor de ser expuestos públicamente y juzgados, podríamos reconocer en qué nos equivocamos, qué hicimos mal a sabiendas porque nos pudo más el deseo que las consecuencias para otros de nuestras acciones. En definitiva, podríamos desnudarnos para vernos, sin que hubiese espejos, cuya imagen se proyecta, incluso resuena, en nuestro interior con la peor voz crítica que nos azota: la nuestra.

Creo que el dicho popular que reza que hay que hacer tres cosas en la vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro, debe referirse a este libro que adquirimos con las hojas vacías para sentirnos llamados a llenarlas de lo que hemos sido y somos. Lo del árbol y el hijo lo dejo para que otro lo comente.

Quienes prueban el desafío del libro en blanco no creo que se arrepientan, es una muestra de honestidad con uno mismo, íntimo y propio. Una dádiva intransferible, única y punto de inflexión de una existencia querida y decidida.

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