Si nos proponemos elevar el ánimo estoicamente nos desafectamos del mundo. Esta actitud tiene actualmente bastante resonancia, creo que porque es una materialización del espíritu individualista del más descarnado capitalismo. Lo prioritario parece ser para estos cómo “yo” puedo vivir sufriendo lo menos posible.
La idea es atractiva, pero a mi parecer egocéntrica y no sé si, en última instancia, proporciona algo más que apatía -en el sentido etimológico griego-. Si soy el centro de mí mismo, me estoy despojando de algo que me hace materialmente real: el otro, quien me espejea continuamente, al igual que yo a él. Y esta es la manera en la que nos constituimos los unos con los otros, y la única que nos puede proporcionar intensidad vital, pasión. También dolor, aunque compartido y asumido como parte de esta existencia que es la humana.
Si abrazamos el estoicismo, conectaremos de aquí un tiempo con la imprevisible inteligencia artificial de la que tanto hablamos. Quizás, acabe siendo ésta el modelo de vivir más indiferente y que más nos aleje del sufrimiento. Sin embargo ¿seguiremos siendo humanos? Tengo que indagar mucho más sobre esta intuición que ha despertado mi inquietud.
