“La universalidad de una opinión, hablando en serio, no constituye una prueba, ni un motivo de la posibilidad de su verdad. (…) Resumiendo: muy pocos son capaces de pensar, pero todos quieren tener opiniones; y siendo así, ¿no será más fácil, en vez de crearlas ellos mismos, tomarlas ya listas de otros? Ante estos hechos, ¿qué valor de verdad puede tener la opinión de cien millones de personas?
Schopenhauer, A. “El arte de tener razón” Acantilado. 2023. Estratagema 30. Pg. 111-112
El fragmento es francamente iluminador en nuestros días. Si lo aplicamos a las elecciones a las que concurrimos, casi ya como un quehacer cansino, podríamos pensar que, aunque no hablamos aquí de verdades, la cantidad de votos -tomados como opiniones- pueden ser la suma acrítica a los relatos que se presentan con más habilidad. Y, en consecuencia, cuestionarnos si eso que proponen esos partidos votados es lo que realmente quiere la ciudadanía. Si lo usamos como referente de lo que hoy se considera políticamente correcto, y progresista, refleja ciertamente la opinión generalizada, o volvemos a tropezarnos con una masa acrítica que ante su incapacidad de argumentar opiniones se adhiere a las que considera consistente, ya que por algo son las mayoritarias.
Nos apercibimos enseguida que nada más lejos de lo que sería una opinión legitimada por la argumentación y la crítica de cada individuo que se suma. De esta forma, que una opinión posea, casi, condición de universal no nos dice más que hay muchos individuos que se han sumado, a lo que abunda, a lo que se impone, pero nunca a la capacidad de pensar por uno mismo y de asumir aquellas ideas propias, que pueden ser coincidentes con otros.
Esto podría provocar el hábito de sospechar de las opiniones generalizadas, y vernos exigidos a rebuscar el origen de estas para identificar su argumentación y cómo se extendieron.
Es como aquel dicho: “diez mil millones de moscas comen mierda, no pueden estar equivocadas”. Tal vez, que muchos acríticos digan A, no aporta absolutamente nada para B, siendo este último quien procura sustentar aquello pensado, analizado por él mismo y contrastado con los otros.

Lo universal como criterio de verdad, nada suena más engañoso, salvo una moneda de 3 pesos…¿Por qué denostar a San Narciso y su bendito reino con estos argumentos? quién este libre de culpas arroje la primera falacia o un like, mínimo…sorry mi otro Yo anda cascarrabias…besos al vacío desde el vacío
Me gustaLe gusta a 1 persona