El sentido del humor.

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El sentido del humor es una sensibilidad desdramatizadora de la existencia que nos permite distanciarnos de nosotros y de cuanto sucede para transformar lingüísticamente -la vertiente lingüística del humor es clave- lo dañino en algo que produce risas, inclusive carcajadas. No estamos hablando de frivolidad, sino que, habiendo extraído la vivencia de las propias entrañas, asirla entre las manos, mirarla, y que acuda a nuestra mente esa versión cómica que podemos extraer de casi todo. La mirada humorística relativiza el dolor de las experiencias, suaviza la amalgama de sentimientos que se entremezclan, y nos permite gestionar cómo nos afectan los sucesos o las consecuencias de nuestras propias acciones de forma resiliente.

El humor responde a una sensibilidad compartida con otros. Esto último es fundamental, ya que si aquello que revertimos en chiste o anécdota esperpéntica no es reconocido como tal, como gracioso y motivo de risa por los demás, el humor se convierte en inapropiado, ofensivo y sitúa a quien lo produce como un insensible. Para que algo sea reconocido como fruto del sentido del humor de alguien debe provocar la gracia, la risa y la relajación de la distancia, como mínimo en los individuos afectados de una forma u otra por las circunstancias. Si no, acaba convirtiéndose en desaprensión.

Quienes poseen la perspicacia de hallar la ironía, reformular la situación en otra semejante que provoque carcajadas, acostumbra a mirar su propia existencia desde esta sensibilidad que es necesaria, sobre todo para no tomarnos demasiado en serio a nosotros mismos y hallar incluso en medio de la miseria humana una vuelta de tuerca que genere risa. Esta actitud y aptitud es reparadora y sanadora.

Ahora bien, es necesario diferenciar este sentido del humor del que estamos hablando de la mofa, la burla, la ridiculización del otro sin que los afectados coparticipen. No podemos olvidar que hay chistes que no tienen gracia, y no porque nadie se ría, que sí que munchos lo hacen, sino porque constituyen una falta de respecto, una vejación de otro al que el chiste le provoca todo menos gracia.

Legitimar en pro de la libertad de expresión cualquier tipo de humor es cinismo y dotarse de la posibilidad de no respetar nada, inclusive aquello que a otros les parece sagrado. Ahora, recuerdo las caricaturas de Mahoma que tanto dolor acabaron provocando. A mi juicio, aunque haya religiones que admitan el humor sobre sí mismas, hay que respetar que a otras les parece una violación de su fe, sus profetas y su Dios. ¿Necesitamos reírnos de aquello que a los que les afecta principalmente no les hace ni pizca de gracia? Estoy convencida de que  el humor sana si es compartido, principalmente, por los aludidos o implicados; de lo contrario, se convierte en una ofensa, y bastantes conflictos hay en el mundo como para generar otros, a causa de un humor controvertido, problemático y que se torna en fuente de conflicto.

Entender y establecer unos límites a aquello que puede ser objeto de chiste no atenta contra la libertad de expresión -esta constituye algo más grande- sino que protege el derecho a ser respetado en el seno de una comunidad a cualquier individuo. Nos place hacer gala de la diversidad, defenderla; ser diversos supone que no todos vamos a reírnos de lo mismo, y que, si algo de lo que no me río yo, por ejemplo, y que versa sobre mí o mis creencias, se convierte en motivo de risa de para los otros, quizás no atinamos o no asumimos lo que implica la diversidad de individuos en el seno de una comunidad.

Desde esta perspectiva, la actitud filosófica debería ir acompañada de un gran sentido del humor. En primer lugar, por la perspicacia que poseen los que tienen la sensibilidad de captar el lado gracioso de cuanto experimentamos; en segundo lugar, porque sin el humor, la filosofía puede cometer el error de tomarse demasiado en serio a sí mima y caer en un dogmatismo no consciente.

Para finalizar, y a pesar de los límites que considero debe tener aquello que se convierte en el objeto del humor, entiendo que esta capacidad, esa sensibilidad es un regalo para quien la posee, y para los que la aprecian y disfrutan, porque convertir la existencia en una tragicomedia es más relajante que vivirla como un drama.

Plural: 4 comentarios en “El sentido del humor.”

  1. Me ha encantado, porque, aunque el humor tiene también una sombra o un lado oscuro como cuando nos reímos sádicamente de las desgracias ajenas, el humor es en realidad el arte del desapego que nos conduce a la humildad y a la disminución del sufrimiento propio y ajeno. Una vez escuché a un reconocido profesor decir que «EL HUMOR ES EL AMOR CON H». Para un maestro de escuela como yo, reir y hacer reir a tus alumnos era y sigue siendo algo esencial. El humor nos lleva pues a la alegría y la alegría, más que una emoción furtiva, que lo es, es también una actitud vital que nos ayuda a sobrevivir y afrontar los inevitables momentos de disgusto. Saludos.

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  2. Excelente escrito Ana. Creo que reírse con y no reírse de, es la base en la cual se establecen las líneas rojas. El humor es difícil, muy difícil, has de escribirlo, has de exponerlo con muchísimo cuidado pues las líneas rojas dependiendo del tema y la evolución del mismo se hacen muy, muy estrechas. Repito me ha gustado mucho tu escrito Ana. Un abrazo

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