Primavera, espontánea.

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La primavera se ha impuesto en Barcelona, aún hay algo que se impone por sí mismo sin que nadie lo decida; florecen colores diversos combinados con un gusto estético que brota de la espontaneidad de la vida, por sí sola, sin intrigas. Insisto, es conveniente disfrutar de lo que acontece sin la mano (in)visible del humano, que acostumbra a pervertir la cadencia genuina de cuanto le rodea.

Por eso, contemplar, admirar y recrearse en lo que brota por sí mismo es un reconocimiento de nuestra contingencia y de la urgencia de resituarnos en un mundo que solo desea escupirnos, expulsarnos y deshacerse de nosotros como si fuésemos garrapatas peligrosas.

La cultura es un producto de la capacidad humana que debía ceñirse a facilitar la existencia, sin impedir otras existencias; sin embargo, somos seres que, si podemos, actuamos sin ponderar las consecuencias más que para nosotros mismos, y más atinadamente para un sector de élite.

La primavera se ha instalado en Barcelona, la ciudad reverdece con una luz inigualable que ojalá nos proporcionara sentido y juicio de lo crucial que es proteger y respetar lo natural.

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