Lo pequeño es lo grande.

No hay comentarios

Un ruido distinto que atrae mi atención. Algo serpentea por la tierra como si dijera: “Vengo, pero no vengo” y, súbitamente Totó se presenta ante mí revoloteando el rabo y haciendo amagos de venir e irse. Qué nimiedad, ¿no? Pues, no. Siento como asciende el calor por todo mi cuerpo explotando de alegría porque Totó me recuerda. Le entrego una hamburguesa verde clarito de goma y me reta a jugar ininterrumpidamente. Charlamos, Fede y yo, mientras tomamos un café y un croissant, que acabo compartiendo con Totó. ¡Qué reencuentro tan pleno! He quedado con Fede y me ha avisado de que venía con Totó. Hacía años que no lo veía. La conversación tranquila, ambos estamos bien, aunque interrumpida múltiples veces por Totó. Momentos como esos nos hacen querer vivir; aprehender que el sentido está cotidianamente en cómo vivimos lo que aparentemente puede parecer banal.

Por la tarde una celebración de dos sexagenarias mellizas, una de ellas una amiga incondicional de la infancia. El centro de atención, a pesar de todo es Arlet, la hija de mi ahijado. Una bebé preciosa que ya se ríe cuando me ve y le hago carantoñas y expresiones o ademanes exagerados. Y la cojo en brazos, la acuno para que duerma -aunque fracaso- pero está tranquila, juguetona y como si ya me hubiera abierto la puerta de las pocas personas que en estos momentos la acompañan en la vida. Ese sentimiento es otro disfrute maravilloso que no me pierdo, junto a la alegría que exuda mi amiga.

Un día para no olvidar. Y es que decir, como un mantra de autoayuda, que la felicidad está en las pequeñas cosas, queda muy bien para vender libros, pero no hay que engañar: cierta sensación de ser feliz está en la capacidad de disfrutar de lo que cotidianamente, por nimio que parezca, constituye un eslabón fundamental de esa cadena de aconteceres que te llevan a sentir que vivir vale la pena. Tal vez, solo cuando has regresado del abismo descubres que ahí estaba la vida, sin más. No porque nos conformemos con poco, sino porque lo que puede ser culturalmente considerado una estupidez, resultar ser la clave para vivir con intensidad lo que resulta merecedor de ser vivido.

Lo descrito no constituye más que singularidades que se concentraron en un solo día, pero que deben servir como ejemplo de lo que nos perdemos, si buscamos grandes sentidos y acontecimientos para experimentar momentos de felicidad. Para la tristeza y la angustia los motivos los obvio hoy, porque abundan en el mundo -también nos zarandean a cada uno cotidianamente-. Nuestro estado cotidiano dependerá de cuánto nos nutrimos de lo que nos llena, para estar fortalecidos ante los infortunios.

«Disfruta de las pequeñas cosas, porque tal vez un día vuelvas la vista atrás y te des cuenta de que eran las cosas grandes.” Robert Brault

Deja un comentario