El acto del pensar atrapado.

No hay comentarios

IMAGEN: Crías de «lechuza común» -¿la lechuza de Minerva?-

Si la Filosofía se deja “atrapar” por la Academia, se queda para “los académicos”. Esto, que es una obviedad, es lo que de facto se está promoviendo desde el sistema educativo condicionando las posibles oportunidades que tiene un investigador, un estudioso, un filósofo se ganarse en pan y el techo de cada día.

A la Filosofía, y en general a las humanidades, se les da un tratamiento equivalente a las ciencias, en el sentido de que se exigen prácticas similares, siendo y ocupándose de asuntos notablemente diferentes. Lo que contabiliza para acceder a una plaza en una Universidad, que es la situación que permite estudiar, escribir y publicar, son la cantidad de papers, es decir, de   artículos científicos relativamente cortos, en algunos casos monográficos, escritos con el fin de publicarse en revistas especializadas, de acuerdo con reglas específicas definidas de manera autónoma por los consejos y comités editoriales de las mismas. Y digo lo que “contabiliza” no porque sea lo único, sino en oposición a la publicación de libros que exigen mucho más tiempo y dedicación, pero que por otra parte es lo que puede estar al alcance de la ciudadanía. En definitiva, los libros se menosprecian en favor de artículos que han sido filtrados, no solo por su rigor, sino por otras cuestiones como puede ser la coincidencia o no del mencionado artículo con los planteamientos de los supuestos comités científicos.

En el campo científico tiene sentido que se produzca una dinámica ágil de experimentos e investigaciones que puedan ser compartidas mediante revistas especializadas. Es la actualización, revisión y cuestionamiento continuo de estudios científicos muy específicos que sirven de enlace o puente para otros posteriores. Por el contrario, esa no puede ser la principal dinámica en el ámbito de las humanidades que, como el término indica, se ocupa de lo humano, y, por ende, de asuntos de calado que requieren mucha lectura, mucha reflexión y, por supuesto, una capacidad de análisis y una creatividad que permitan ir ajustando la mirada sobre el mundo y comprendiendo dinámicas significativas, a menudo las que no se muestran o aparecen con un microscopio que se centra en lo minúsculo y no permite la distancia necesaria.

Además, y quizás lo más grave, la devaluación del libro no pone al alcance reflexiones de calado que huyan de excesivos tecnicismos, para hacer accesible lo filosófico o la indagación de lo humano y sus dinámicas transformadoras, a quien desee estimular su análisis crítico del mundo que habitamos y cómo lo habitamos.

Estas circunstancias provocan que, a menudo, hallemos en las librerías: libros excesivamente técnicos o sus opuestos, a saber, aquellos que devalúan la Filosofía a una autoayuda psicológica.

Lo cierto es que en España ni es sencillo dedicarse a la investigación científica, sino es muy precariamente, ni lo es dedicarse al cultivo de las humanidades y de otras artes, sin asumir que las condiciones de vida serán estrechas y el reconocimiento social casi nulo. Y, parece que no nos demos cuenta de que esta actividad cultural, que es la investigación, es crucial para que el curso y la evolución de las sociedades esté dinamizado por agentes que no tengan como prioridad lo crematístico, sino otros fines relativo a la emancipación del humano. Tal vez, por esta ignorancia, la historia se nos muestre como un ciclo repetitivo y mejorado en crueldad, sociopatía y falta de sensibilidad hacia la Vida en su sentido más amplio.

Deja un comentario