Ayer, observando el suelo de la acera del portal de casa -alguien me hizo reparar en el hecho-, vi cómo las lluvias habían dejado un reguero de barro y hojas de árboles que taponaban los sumideros por los que debería evacuarse el agua. Curiosamente, la única zona, que alguien había limpiado para evitar la aglomeración del agua, era la ubicada delante de un bar regentado por personas de nacionalidad china. Sí, esos que a menudo decimos que se están apoderando de la hostelería de los barrios. Bien, pues la actitud que denotaba el hecho de que frente a su local no hubiese ni rastro de los restos de las lluvias, era la de quienes saben que ellos deben poner todos los medios a su alcance para preservar el entorno urbano, el más próximo, que de hecho afecta a su negocio. Los demás, hijos de la cultura del Estado del Bienestar, esperábamos a que el Ayuntamiento se dignara a pasar con las máquinas que limpiaran el desbarajuste que había en esas alcantarillas en línea y cuyo fin es que no se inunden las calles.
La reflexión que iniciamos con mi interlocutor tiene su qué. Una cuestión es que el Estado y sus derivadas administraciones locales tengan obligaciones que tenemos muy asumidas en Europa, en general, y otra es que ante una situación que no era alarmante pero que, en caso de proseguir lloviendo, podía anegar la zona, a nadie se nos ocurriera mover un dedo por destaponar con una simple escoba aquellos sumideros. El Estado del Bienestar es un logro que desgraciadamente está llamado a desaparecer -esto lo vaticinan los expertos hace años-, sin embargo, en lugar de mantener una actitud activa que minimice la afectación de este logro, por ejemplo despojar de residuos la alcantarilla de delante del portal, mantenemos una especie de actitud señorial, o tal vez infantil, de que las administraciones deben hacer todo lo que haga referencia a lo público, lo político, y nos mantenemos pasivos esperando que sea hecho, o por el contrario criticado, cuando solo se trata de pasar una escoba, cada uno delante de sus portal. Lo público es de todos, y de alguna manera somos todos responsables de ello, aunque la responsabilidad directa fuese en este caso del Ayuntamiento. Entre que llegan las máquinas, si es que lo hacen, a nuestra zona, ya que tal vez las hay en peor estado, no movemos un solo dedo, no nos sentimos implicados en realizar algo que está en nuestras manos y que contribuye al bien público.
Obviamente, hay muchos asuntos en los que no podemos intervenir ni nadie lo espera, pero algo muy distinto es que la actitud sea siempre esa pasividad ante algo que podemos hacer y descargaría la presión que en un determinado momento puede tener una determinada administración. Esto sencillamente porque si tanto valoramos ese Estado del Bienestar que se va minimizando, algo debemos hacer para sostenerlo, a parte de pagar impuestos, si está en nuestra mano.
De ahí, sin que esto suponga que defiendo la forma de vida de los chinos que, al menos los que hay en el barrio, viven para trabajar, les cundan negocios que a nosotros nos durarían dos telediarios. La distinta actitud ante la vida, o su sentido de que cuanto ocurre en su entorno inmediato les compete, si está en sus manos resolverlo, sin esperar a que un estado servil venga a resolverlo, les confiere una ventaja en cuanto a su sentido de lo público, a parte de su mayor competitividad en el mercado capitalista.
Lo que deseo resaltar es que, a menudo, tal vez rabiosos por lo que sí compete únicamente al estado y no asume, despreciamos lo común como si no fuera nuestro, y hacemos dejación de responsabilidades que podríamos asumir, si eludiéramos esta actitud pasiva de quien exige al estado todo. Y no porque en cierto sentido no le corresponda, sino porque si cada uno de siente interpelado por actuar ante sucesos que podemos resolver sin que intervenga la autoridad competente, mejor. Pero mejor para nosotros, que somos lo público y cuyo brazo responsable es el estado.
Si deseamos proteger ese tesoro que es el Estado Social o del Bienestar, algo debemos cambiar en la actitud de cada uno. O al menos, deberíamos intentar impedir que se nos diluyera progresivamente y sin remedio.
