Insomnio

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Quien viene al mundo, para contravenir lo establecido y habita la noche, está socavando los límites de lo cultural. Se torna una desadaptada del entorno y tiene dificultades para encontrarse con los otros. Son existencias cruzadas. No cabe entrar en disquisiciones de qué hay de cultural y qué de natural en el ritmo circadiano, porque sea éste o no el que determina nuestro sueño, la vida en sociedad está organizada así y si invertimos el ciclo la desadaptación es respecto del entorno.

Habitar la noche es un misterio que nos permite adentrarnos en un silencio inusual, y favorece la reflexión, introspección y una existencia singular y diferente. Cierto es que el esfuerzo reiterado por recuperar el ritmo de todos compromete la salud y el bienestar, y probablemente sería imposible soportarlo sin lapsos en los que el ciclo generalizado se conserva.

El insomnio es una brecha en la existencia de quien lo padece, que va desangrando a quien se mantiene en estado de vigilia, hasta transformarlo en un ser falto de energía, a menudo, y con la sensación de que lleva la existencia cargada en la espalda. Y pesa ese desajuste que nos vuelve individuo del revés, en nuestra conducta y debido al malestar que eso nos genera. Somos pasto de bajas defensas y candidatos a enfermar.

Los insomnes vagan nocturnamente con naturalidad y durante el día como zombis mareados, más próximos a engrosar el mundo de los muertos que de los vivos.

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