“EL APAGÓN” y la desconfianza de la ciudadanía.

Como todo el mundo sabe, ayer la península ibérica sufrió un corte de suministro eléctrico que dio al traste con la energía que iluminaba, la que alimentaba ordenadores e internet, y también los servicios de datos móviles que iban y venían. Las consecuencias para la vida cotidiana fueron inimaginables, sobre todo porque se produjeron de manera súbita: el transporte público vía férrea como trenes, metros y redes locales se pararon de golpe, con miles de personas atrapadas en los vagones; los ascensores dejaron de cumplir su función y hubo que llevar a cabo rescates. Los cajeros automáticos, los bancos y la práctica totalidad de los servicios públicos que operan vía internet quedaron fuera de servicio. Inclusive los datos móviles no funcionaban o lo hacían intermitentemente. En diferentes zonas además sin gas y sin agua. La sensación de incertidumbre fue creciendo conforme se fue conociendo que no era un apagón del barrio donde estabas, sino que la escala del apagón era, como mínimo a nivel peninsular. Volvió un gran sentimiento de vulnerabilidad y el convencimiento de que estábamos ante un corte del servicio eléctrico que se prolongaría durante horas o unos días. Nos vino a la mente la recomendación de la presidenta de la Unión Europea y del presidente del gobierno español del denominado “Kit de supervivencia” para tres días. Personalmente, me enfureció, ya que, ante tan extravagante medida que se hizo necesaria en un mes, una piensa que la casualidad es una explicación demasiado pueril y que alguna amenaza en firme debía existir para que se nos recomendara tener preparado semejante avituallamiento.

Hasta ahora no hay explicación oficial, pero lo cierto es que la credibilidad de dicha explicación es esperada con mucha desconfianza y reticencia. A lo mejor la causa es solo técnica, pero sinceramente tras la prevención recomendada cuesta creerlo, ya que la impresión es que tenían información de la que no hicieron partícipes a los ciudadanos, porque como ya sabemos las democracias son un gobierno para el pueblo pero sin el pueblo, y lo de “para” lo digo emulando la frase del despotismo ilustrado, no porque crea que el bienestar del pueblo tiene demasiada importancia.

Ayer vivimos una jornada antagónica, en cierto sentido, al de la pandemia del covid19: durante ésta, todos en casa; ayer todos fuera, ocupando calles y plazas, ya que en casa muchos no tenían luz natural ni para leer.

Nos quedamos a la espera de recibir una explicación oficial que deseamos que sea la veraz, porque señores del gobierno somos ciudadanos maduros y con capacidad de asumir la realidad que nos toca vivir, sea la que sea. ¡Hartos de ser tratados como imbéciles!