LA SALUD MENTAL Y SUS IMPLICACIONES.

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En esta época, que es la nuestra, se habla con insistencia de la salud mental, en niños, adolescentes y adultos. Parece, pues, que constituye un problema, no que haya salud mental, sino un supuesto estado de no-salud. Éste puede ser denominado -por analogía al resto del cuerpo- un estado de enfermedad. De hecho, se usa este calificativo si el sujeto padece un sufrimiento psíquico intenso que le impide integrarse socialmente, y, por ende, llevar lo que se considera una existencia normalizada: producir, disfrutar de tiempo de ocio y creer que esta es la mejor vida posible.

Aunque la cuestión exigiría clarificar qué es la normalidad, cuál es el umbral de sufrimiento mental propio del existir y no patologizante, si hay o no enfermedades mentales, …y una serie de aspectos que no están en absoluto claros, no es el objetivo prioritario de este escrito, ya que la extensión sería la de un artículo al uso.

Lo que se pretende en este post es reflexionar sobre lo que, eufemísticamente, se ha considerado diversidad funcional, tanto física como psíquica, y el riesgo de que este uso terminológico contribuya a diluir, a ningunear, situaciones que dificultan especialmente la vida cotidiana de muchos individuos. Lo cual, a su vez, comportaría una desatención de las instituciones sociales y económicas de estas personas, marginándolas por no ser capaces de rendir laboralmente al igual que otras.

El uso de eufemismos no cambia la realidad, ni la suaviza. Quienes padecen enfermedades mentales – dentro de las que se incluyen trastornos de la personalidad- experimentan un desajuste entre su manera de percibir y vivenciar el mundo y las normas de facto que lo regulan. Y el mundo es cuanto hay a nuestro alrededor materialmente constatable, incluidas las relaciones con los otros. Así, disolver un estado de enfermedad mental en pro de una no discriminación resulta absurdo si de hecho los enfermos mentales, por las dificultades que padecen, no pueden integrarse en el mundo con las mismas estrategias que quienes no poseen problemas de salud mental. De ahí que sea necesario reconocer, las enfermedades mentales, para que reciban un tratamiento terapéutico y farmacológico, y, junto a estos, adaptaciones que necesiten y que irán cambiando a lo largo de la existencia. Acomodaciones de horarios, extensión de la jornada laboral y el tipo de ocupación que más se avenga con sus capacidades, cualidades y deseos.

Solo si la enfermedad es reconocida como tal, podrá exigir un tratamiento multidisciplinar que ayude auténticamente a quienes las sufren. Por el contrario, si nos dejamos seducir por ese intento de normalizarlas, contribuimos a negar ese derecho a adaptar las condiciones materiales de existencia.

Aquellos sujetos que las han padecido y que, por lo tanto, sienten la espada de Damocles tras sus cabezas, saben que las herramientas de acomodación son  irrenunciables, y por estos irrenunciables hay que luchar y sostener la denominación de enfermedades mentales a esta peculiar diversidad que es motivo de un gran sufrimiento.

Plural: 2 comentarios en “LA SALUD MENTAL Y SUS IMPLICACIONES.”

  1. Hola, Ana
    En primer lugar enviarte un cordial saludo. Siempre es un placer volver, al WP, y encontrar tus escritos que invitan a la reflexión.
    Quiero pensar que la etiqueta (esquizofrenia, trastorno bipolar, depresión, trastorno de la personalidad…) permite abrir la puerta al proceso que conduce a una valoración profesional que permita a la persona afectada acceder a las ayudas, adaptaciones, facilidades que le permitan tener una vida «normalizada» y acorde a sus necesidades.
    Por otro lado, el estigma asociado a las etiquetas clásicas continúan discriminando y manteniendo su efecto devastador sobre las personas con un trastorno mental.
    Nunca he sido muy amigo de los eufemismos, aunque mi entorno esté repleto de ellos.
    ¡Gracias!

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