Filosofía como emergencia social y cultural.

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Ayer fue el día mundial de la Filosofía. Para el pesar de los filósofos coincidió con el cincuenta aniversario de la muerte del dictador español. Consideré prioritario escribir sobre éste, o mejor dicho sobre la dictadura militar que sostuvo durante cuarenta años. Hoy, me detengo a decir algo sobre la Filosofía, que bien lo merece.

Si afirmo que lo merece, afinando palabras, matizaría que quienes merecemos acceder a ella somos todos los ciudadanos en algún momento de nuestra educación, o de nuestra vida. ¿Por qué? Sencillamente porque pensar con criterios propios libera de la tiranía de un sistema económico, político y social que aspira a anularnos, aborregarnos y convertirnos en sombras de nosotros mismos. Inmersos en la amalgama de información falsa o no, aumentada por la popularización de las redes sociales y los algoritmos que están programados para confirmar y afianzar tus ideas previas, no sirven más que para transformar la jaula en un espacio más ínfimo, y nuestra sombra más traslúcida.

En Filosofía no hay verdades, hay búsqueda, preguntas y respuestas cuestionables que dan lugar a nuevas cuestiones sobre las que indagar. Ese ejercicio de leer a pensadores fundamentales en la cultura occidental, con perspectivas dispares, nos ayuda a hilvanar nuestro propio pensamiento que, si se ha hundido en lo nuclear, se sabe a sí mismo temporal, cambiante y sujeto a la misma fluctuación a la que estamos sometidos nosotros y el mundo.

La importancia de elaborar, construir y fundamentar criterios de análisis propios nunca debe concluir con un supuesto saber dogmático. El dogmatismo y la filosofía son incompatibles, y en consecuencia en nuestra vida diaria la convivencia, interdependencia y los lazos sociales exigen la huida de cualquier dogmatismo.

Ahora que la ultraderecha aumenta en adeptos de forma preocupante -esto es discutible para algunos, para mí es preocupante porque atenta ideológicamente contra la libertad de pensamiento y acción- es, si cabe, más urgente que nos adentremos en la Filosofía para que la mirada amplíe su visión, y podamos por esfuerzo propio dilucidar qué debería ser rechazado. Aquellos que viven de eslóganes demagógicos y los asumen como verdades indiscutibles se están alienando con un pensamiento dogmático que serían incapaces de argumentar, porque se han quedado con la frase que les convence -el desacato unamuniano de “venceréis, pero no convenceréis” creo que ahora no funcionaría. Vencerán porque habrán convencido con estrategias demagógicas a la mayoría que acabará dando soporte en las urnas a la ultraderecha. Ejemplos hay varios en la actualidad, pero no quiero manchar el papel citando a determinados personajes.

Bien, la Filosofía es irrenunciable, y lo demuestra las dificultades que los distintos gobiernos ponen para darle el peso que necesitamos en el sistema educativo. Siempre juega el papel de la asignatura susceptible de ser eliminada.

Os invito a leer, a los que no estéis introducidos, libros que están escritos para todos – ¡por favor! No confundáis filosofía con auto-ayuda, si necesitáis ayuda acudid a un terapeuta y luego leed filosofía-, que son accesible e introducen en aspectos sobre los que vale la pena pensar y repensar.

Aunque no parezca demasiado elegante, mi último ensayo está escrito con el propósito de facilitar el acceso a la Filosofía a los neófitos, aunque los filósofos pueden beneficiarse desde una crítica y diálogo que siempre enriquece.

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