La muerte es ese horizonte que se nos antoja ajeno y lejano, y al que evitamos mirar. Nunca es lo mismo pensar en la propia muerte, algo real y encarnado, que referirnos a la muerte de otros. Muchos de ellos desconocidos que las sociedades del bienestar y la cultura de la nihilidad ocultan sutilmente; la
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Quien renace a su locura, aunque sea mediante el delirio, se enfrenta a sus conflictos ocultos, que no obstante afloran sutilmente en la formar de ver y reaccionar ante el mundo.
