La perplejidad, el desaire pueden dejarnos aparentemente impertérritos, posiblemente por la incapacidad de reaccionar ante lo inesperado. Mostramos un semblante hierático, casi indiferente para no mostrar el aguijón que hemos sentido agudamente punzante. Y seguimos. Como si nada hubiese pasado. Evitando que se perciba nuestro malestar, nuestra decepción. ¿Para qué? El interrogante anterior puede
