Somos prisioneros de la plasticidad de las palabras, ya que el acto de expresar y matizar la experiencia queda circunscrito al ámbito lingüístico, que nunca nos satisface plenamente. De ahí, que retornemos con ahínco intuyendo que poseemos combinaciones más elásticas y luminosas, aunque al termino de los fragmentos, sintamos ese regusto ácido de no poder