Descifrar la auténtica naturaleza de lo real ha sido desde nuestros ancestros una necesidad ineludible. Poder identificar lo real y entender su funcionamiento, posibilita comprendernos a nosotros mismo y qué lugar ocupamos en el Cosmos -como reza la obra antropológica de Max Scheler[1]-. Cuestionarse cuál es ese lugar ya contiene implícita la creencia de que
