Si el agudo jolgorio de las aves pudiera insuflarnos la esperanza de una nueva primavera, removeríamos la corriente del viento con cada decidido gesto. Pero, decae el silbido conforme avanza el día y con él, un silencio fúnebre sin aire, ni visos de mutaciones inéditas. Las aves solo anuncian el amanecer cotidiano, sin pretensión alguna.